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Juicio por la muerte de Valentín: los alegatos apuntaron al anestesista por desatención y el veredicto ya tiene fecha

La fiscalía y la querella aseguraron que el anestesiólogo Mauricio Atencio Krausse dejó de controlar al niño durante la cirugía y que esa desatención desencadenó el daño irreversible que terminó con su vida. La defensa insiste en que no hubo pruebas. El fallo se conocerá el 3 de diciembre.

Viernes, 28 de noviembre de 2025 a las 17:56
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El fiscal y la querella afirmaron que quedó probada la desatención del anestesiólogo Mauricio Atencio Krausse.

El juicio por la muerte de Valentín Mercado Toledo entró este viernes en su tramo decisivo y dejó al anestesiólogo Mauricio Atencio Krausse contra las cuerdas. No fue una audiencia más, fueron horas de acusaciones directas, miradas duras y un relato que volvió a golpear a la familia del nene, que no se movió del pasillo de Tribunales ni por un segundo. El veredicto será el 3 de diciembre.

El fiscal Gastón Britos Rubiolo fue al hueso, aseguró que quedó demostrado que Atencio “no vigiló como debía” y que ese descuido, en pleno quirófano, con un niño dormido y vulnerable, fue la chispa que terminó detonando una tragedia imposible de olvidar. Para él, no hay discusión: el anestesista debe ser declarado culpable de homicidio culposo. La querella, que representa a la familia, dijo exactamente lo mismo pero con un filo más duro. “Esto no fue un accidente. Fue negligencia". Y el aire en la sala se volvió un bloque.

El fiscal reconstruyó cada minuto previo al momento crítico. Según su alegato, Valentín fue sedado y nunca volvió a despertar. La madre había firmado los consentimientos confiada en que el anestesista iba a estar a su lado, controlándolo, mirando cada parámetro. Pero los testigos dijeron otra cosa. Relataron que Atencio salió del quirófano al menos dos veces, sin dejar a nadie a cargo. Otros aseguraron que lo vieron mirando el celular mientras debía estar controlando la pantalla que marcaba la respiración del niño.

Para Britos Rubiolo, la mucosidad que obstruyó el tubo fue detectada tarde, demasiado tarde: habrían pasado entre cinco y diez minutos hasta que alguien reaccionó. Demasiado tiempo para un niño. Suficiente para que el daño neurológico se volviera irreversible.

El fiscal fue lapidario: “Nunca se puede delegar en una máquina lo que debe hacer una persona”. “Lo entregamos sano y caminando”, dijo la querella. El abogado de la familia, Agustín Aguilar, también cargó sin dudar. Recordó que Valentín entró caminando al sanatorio, que estaba tranquilo, que confiaron en que todo iba a salir bien porque tenían obra social y un equipo médico completo.

Valentín Mercado Toledo ingresó el 11 de julio de 2024 al Sanatorio Juan XXIII para una cirugía programada y murió.

Pero, para él, la vigilancia falló. El monitoreo continuo, dijo, era obligación del anestesista. Si no lo cumplió, si salió del quirófano, si miró el celular, si no vio lo que tenía que ver… Entonces, la tragedia tiene responsable. “La imprudencia de un profesional causó un daño irreparable”, cerró Aguilar.

El abogado defensor, Juan Ignacio Scianca, intentó dar vuelta la escena. Dijo que ninguna prueba confirma la supuesta desatención. Que no hay un solo estudio que muestre que el anestesista incumplió su tarea. Que lo que pasó fue rápido, inesperado, inevitable. Pidió el sobreseimiento de Atencio Krausse y aseguró que la fiscalía se basa en “suposiciones”, no en hechos comprobados.

Así fue la pesadilla que vivió Valentín después de la operación

Valentín Mercado Toledo ingresó el 11 de julio de 2024 al Sanatorio Juan XXIII para una cirugía programada por una hernia diafragmática. La médica intensivista Danisa Chagalj relató cómo llegó el nene a la Terapia Intensiva: intubado, conectado a un respirador y después de un episodio crítico que “habrían revertido” con maniobras y adrenalina. Contó que al principio el niño abrió los ojos ante la voz de su mamá, pero que ese gesto duró poco. Enseguida comenzaron los signos que alarmaron: movimientos anómalos, respuestas raras, señales que indicaban que algo no estaba bien.

Pidió tomografías, resonancias, estudios Doppler, electroencefalogramas. Los resultados fueron demoledores: lesiones compatibles con un daño hipóxico severo.
El cerebro de Valentín ya estaba peleando una batalla imposible.

Días después, el protocolo del Incucai confirmó la muerte encefálica. Y la familia debió enfrentar lo que nunca imaginó.

 

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