En la tercera jornada del juicio por jurados por el crimen de Jorge Gatica en la Comisaría 45° de Cipolletti, dos testimonios estremecieron la sala. Por un lado, la confesión de uno de los policías imputados, quien entre lágrimas admitió sentir culpa por no haber podido salvarlo y señaló a otro de los acusados. Por otro, el relato de una vecina que escuchó los desgarradores pedidos de auxilio.
Gatica fue detenido por el robo de unos chorizos en un mercado, pero los devolvió tras una discusión con el dueño. A pesar de ello, la Policía llegó y lo apresó. Horas más tarde, bajo custodia en la Comisaría 45°, fue brutalmente golpeado con las manos esposadas. Cuando finalmente lo trasladaron al hospital, ya no tenía signos vitales. La autopsía develó que tenía fracturas de costillas que le provocaron una hemorragia y tenía los testiculos reventados de tantas patadas.
Los policías Walter Carrizo, Jorge Sosa, Vilmar Quintrel y Andrea Henríquez enfrentan cargos por tortura seguida de muerte, una acusación grave que podría derivar en condenas severas. Según la investigación, los uniformados excedieron sus funciones y recurrieron a la violencia ilegítima, golpeando a Gatica mientras tenía las manos esposadas.
Un quinto oficial, Gastón Moraga, aceptó un juicio abreviado, admitió su culpabilidad y recibió una condena de tres años de prisión en suspenso, además de la inhabilitación de por vida para ejercer como policía.
En la tercera jornada, declaró Walter Carrizo, quien negó haber participado en la golpiza y apuntó contra su compañero Sosa. Aseguró que la sargento Henríquez le ordenó vigilar a la víctima tras los golpes. También relató que intentó ficharlo, pero al notar que no respiraba, le practicó RCP. "Aún siento culpa por no poder salvarlo", aseguró entre lágrimas.
Y recordó que mientras estaban detenidos en la Policía Federal de Neuquén, Sosa insistía en que el juicio por jurados les favorecería. “Esto se va a solucionar, hay que esperar”, aseguraba, insinuando que los antecedentes de Gatica podrían influir en el fallo.
Los gritos de auxilio que alertaron a la vecina
Desde su hogar, pared de por medio con la unidad policial, Cristina escuchó gritos desgarradores perforando la noche. Suplicantes. Desesperados. Como el eco de una vida aferrándose a su último aliento.
“Lo tiraron al piso y lo empezaron a golpear. Le pegaban en la cabeza. Estaban todos amontonados arriba del muchacho”, desscribió ante los jurados con voz temblorosa. Desde su ventana, pudo ver un patrullero detenerse en la comisaría. Bajaron a un joven y lo rodearon. Luego, golpes. Cuerpos amontonados. Una furia sin nombre. No distinguió rostros, solo la violencia que se derramaba sin límite.
Después, sangre. Una mancha en el suelo. Intentó alertar a un policía, pero él, sin inmutarse, salió con un balde para borrarla. Como si la verdad pudiera limpiarse con agua.
El horror de esa noche se mezcló con la angustia de su propia familia. Su esposo, afectado por la tensión, debió ser llevado de urgencia al hospital. Pero el sufrimiento no cesó. Antes de salir, los gritos seguían. Cuando volvieron, también. Eran diferentes. Eran más fuertes. Como si el dolor se hubiese convertido en lamento.
Nunca, en todos sus años viviendo junto a la comisaría, había sentido algo así. “Era brutal. ‘Socorro, auxilio’, gritaba”, recordó. Cristina se atrevió a llamar a la puerta de la comisaría. Una mujer la recibió y ante las preguntas por los gritos, le contestó que estaba todo bien. Entonces le replicó: "Ustedes no van a parar hasta que maten a uno".
Gatica quedó fue detenido durante la noche del 9 de enero. En la acusación describieron que lo golpearon entre las 22.30 y las 0.05 del 10 de enero. A esa hora fue llevado en la caja de una camioneta policial hasta el hospital, donde llegó sin sígnos vitales.