En Neuquén la noche no descansa. Y algunos “detenidos”, al parecer, tampoco. Lo que parecía un simple control de rutina se transformó en una escena digna de una serie policial: persecución, moto robada y una revelación que encendió todas las alarmas. Uno de los ocupantes del vehículo, lejos de estar donde debía, había salido de su prisión domiciliaria como quien sale a hacer un mandado... pero en una Honda Tornado 250 con pedido de secuestro.
Pasadas las 22 del lunes, una patrulla motorizada detectó a dos individuos desplazándose a oscuras por Avenida Mosconi y Chaco. La moto no tenía luces, pero lo que brilló fue la desconfianza. Apenas los motociclistas notaron la presencia policial, se desató la fuga. Aceleraron por distintas calles como si no hubiera un mañana, pero lo que sí había era refuerzo.
La alerta llegó a la Comisaría 21° y la 18°, que se sumaron al operativo. La cacería urbana terminó en calle Nahuel y Néstor Barros, donde atraparon primero al conductor y, a pocos metros, al acompañante. La moto, confirmaron luego, tenía pedido de secuestro por robo, solicitado por la Comisaría 52° de Centenario.
Pero lo que encendió todas las luces rojas no fue el vehículo, sino la identidad del acompañante: estaba cumpliendo prisión domiciliaria. O al menos, eso decía el papel. Porque en la práctica, estaba de paseo nocturno y a toda velocidad.
¿Cómo llegó hasta ahí sin que nadie lo notara? ¿Quién lo controla? ¿Y cuántos más como él están en la calle mientras deberían estar encerrados?
El caso expone una vez más los vacíos de un sistema que parece confiar demasiado en quienes ya traicionaron esa confianza. La Justicia ahora tendrá que responder, pero la calle ya respondió primero: el miedo y la incertidumbre vuelven a girar en dos ruedas.
Los detenidos y la moto robada quedaron a disposición de la Justicia, pero la pregunta persiste: ¿hasta cuándo estarán tras las rejas… y cuán simbólicas son esas rejas?