A pesar de haber atacado brutalmente a su expareja y su propio hijo con un palo de escoba hasta partirlo, el hombre violento evitará la cárcel. Gracias a un acuerdo entre su defensa y la fiscalía, la jueza Romina Martini homologó un juicio abreviado que le otorgó una condena de solo un año de prisión en suspenso sin cumplimiento de prisión.
El violento episodio ocurrió en El Bolsón, el pasado 20 de febrero, cuando la víctima fue a retirar a sus hijos. Desde el portón, vio cómo el hombre los echaba con un palo de escoba. Al intervenir, desató su furia: golpeó al menor, persiguió a la mujer y la atacó hasta romper el objeto contra su cuerpo. No conforme, tomó un velador de cerámica y continuó la agresión.
Fueron los vecinos quienes lograron frenar el ataque y alertar a la Policía. Detenido en el calabozo, su proceso judicial avanzó rápidamente. Sin embargo, el fiscal Francisco Arrien ofreció un juicio abreviado con una condena mínima. La defensora oficial Blanca Alderete respaldó la estrategia, sin llegar a un juicio ordinario donde el violento podría enfrentar una pena mayor.
Con el acuerdo sobre la mesa, la jueza Martini solo tuvo que homologarlo, sellando la libertad del agresor con condiciones mínimas: no acercarse a la víctima ni a sus hijos y someterse a un tratamiento psicológico.
El violento, al menos por este ataque a sus hijos y su ex pareja, jamás pisará una celda, siempre y cuando respete las pautas de conducta impuestas por el tribunal. Dos años de restricciones parecen una respuesta débil frente a la gravedad del ataque, sobre todo considerando que en Argentina los antecedentes de violencia de género no siempre garantizan una intervención efectiva por parte del sistema judicial.
Este caso se suma a una larga lista de agresores que logran evitar penas de prisión a través de juicios abreviados, una herramienta del código penal diseñada para agilizar procesos, pero que a menudo termina favoreciendo a los acusados. Para las víctimas, la sensación de injusticia se vuelve un peso adicional al trauma vivido. El agresor disfruta de su libertad, la mujer y sus hijos deben seguir adelante con el miedo latente de una posible repetición del horror. El sistema judicial funcionó a la perfección.