Pudo haber matado a alguien. Con 1,86 gramos de alcohol por litro en sangre, un hombre manejó durante varios minutos por la Ruta Provincial 43, en el tramo conocido como Las Diucas, haciendo maniobras erráticas que pusieron en riesgo su vida y la de los demás.
El hecho ocurrió el domingo 21 de julio entre las 21:20 y las 23:00, en una ruta donde la visibilidad nocturna y las curvas exigen el doble de precaución. Nada de eso pareció importarle a este conductor, que fue visto circulando en zigzag por otro efectivo policial que, aunque estaba de franco, decidió alertar al Comando Radioeléctrico de Chos Malal.
Gracias a esa denuncia, personal de la División Operativa y de Tránsito logró interceptar el vehículo —un Volkswagen Gol— y realizarle un control de alcoholemia. El resultado fue contundente: 1,86 g/l, un nivel de intoxicación casi cuatro veces por encima del límite legal permitido.
¿Y si no lo frenaban a tiempo?
El conductor fue entregado a un familiar, bajo acta formal, y su vehículo quedó retenido por las autoridades. También se le retiró la licencia y se labraron las actas correspondientes.
Pero el riesgo ya había sido generado. Una persona al volante con ese nivel de alcohol en sangre no solo pierde reflejos: pierde criterio, control y capacidad de reacción.
En la calle, eso se traduce en peligro. Para ciclistas, peatones, familias, motociclistas y otros conductores. Un segundo, una curva o una mala decisión bastan para que la imprudencia se transforme en tragedia.
Manejar borracho no es una infracción menor: es un delito social
Aunque no causó un accidente, este caso se suma a una larga lista de episodios donde la inconsciencia y el alcohol se cruzan con el volante. Y cada vez que eso ocurre, no se necesita un choque para que haya consecuencias: la posibilidad de una muerte está siempre latente.