La historia de una mujer marcada por la violencia
Jessica Scarione tenía 35 años. Denunció a su pareja, pidió ayuda y aceptó medidas de resguardo que incluyeron, desde un botón antipánico hasta el ingreso a un refugio. Sin embargo, el final que tanto se intentó evitar llegó igual.
El domingo, un familiar la encontró sin vida en la precaria casilla donde vivía, en el barrio Colonia Rural Nueva Esperanza de la capital neuquina. La Policía busca a su expareja, Luis Alberto Espinoza, de 45 años, a quien ella denunció en repetidas oportunidades.
El crimen y la escena que nadie olvida
La autopsia reveló que murió por una hemorragia masiva causada por un disparo de arma de fuego que dañó la arteria ilíaca. El cuerpo, además, presentaba heridas de arma blanca y signos de pelea.
La escena dentro de la casilla era brutal: cosas rotas, desorden y la confirmación de que aquella discusión que los vecinos escucharon el viernes había terminado en tragedia.
Una historia de idas y vueltas
Jessica había denunciado a Espinoza, quien fue su pareja durante dos décadas de violencia. La Justicia le había otorgado medidas cautelares: restricción de acercamiento, botón antipánico, consigna policial y hasta un lugar en el refugio de mujeres.
Pero una y otra vez ella volvía con él. Abandonó el refugio, pidió el cese de las restricciones y retiró las denuncias. Aun así, la Justicia mantenía las medidas vigentes hasta una audiencia que estaba programada para noviembre. Ella nunca llegó a esa cita.
Salud mental, consumo y un círculo que no se rompió
Los expedientes judiciales hablaban de dos caras de un mismo infierno: ella con problemas de salud mental, él con consumo de alcohol y drogas. Un vínculo atravesado por la violencia y el descontrol.
La paradoja más cruel: aunque tenía un botón antipánico disponible, Jessica había pedido no usarlo y solicitó que cesaran las medidas en su contra.
Lo que no alcanzó
El 4 de septiembre, la Justicia ordenó a la guardia seguir interviniendo porque había datos de que Espinoza portaba armas. La Fiscalía tomó nota. Todo estaba registrado. Todo estaba en marcha.
Y, aun así, nada fue suficiente.