A fuerza de “mingas” reconstruyeron el pueblo

“Acá se sentaban papá y mamá, allá los tíos y en esta parte los otros parientes”, dice una de las pobladoras de Colonia Lapin, mientras coloca las butacas del viejo cine. Ella es una de las cuarenta personas que hoy habitan este pequeño pueblo del sudeste bonaerense, en el Partido de Adolfo Alsina. La vivencia la trae José Piro, en diálogo desde allí por AM 550 y 24/7 Noticias de Neuquén.

Durante un año realizaron una decena de “mingas” entre los vecinos para reconstruir los edificios de la Cooperativa, el cine, la biblioteca, el almacén de ramos generales y el bar. Por entre esos pisos de madera y paredes de ladrillos, está la vida de aquellas 25 familias judías que conformaron la colonia en 1919. Piro, agrega en la charla en el programa Mejor Informado Radio que desde que llegó a ese pueblo comenzó a registrar las historias que le contaban y terminó siendo la primera película que volvió al cine, en el centenario de la Colonia.

Las 25 familias que se asentaron en esa región bonaerense venían huyendo de la Rusia zarista y coincidían en  una mirada solidaria y cooperativa, por lo que rápidamente se organizaron para las tareas de siembra, cosecha y comercialización de los productos del campo. Esa mirada solidaria fue la que también se recreó para poner nuevamente en marcha no sólo las edificaciones sino la reconstrucción de un pasado que tiene como protagonistas a los actuales poblares, señaló Piro.

Es cierto: el paisaje actual no es el mismo de 1919, aunque subsiste la misma necesidad de lluvias para los sembrados en estos tiempos de sequía; la tecnología de comunicaciones dista mucho de aquella, aunque la pandemia de estas épocas tornó invalorable el contacto personal; y también remonta las diferencias ese orgullo de construir o reconstruir la pertenencia en forma conjunta, solidaria, cooperativa. Las “mingas” (ese trabajo conjunto de personas para el bien común) también sobreviven.

Tras el receso obligado de las funciones del cine restaurado a causa de la pandemia, en estos días la máquina se ha puesto en marcha, las butacas adonde siempre se sentaban las mismas personas hoy son ocupadas por descendientes y el debate tras la película ha retornado a Colonia Lapin. No son más de 40 viviendo todos los días (la mayoría trabajando en la cooperativa láctea), pero llenan de esperanza a miles.