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Jueves 30 de Octubre, Neuquén, Argentina
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La historia de Pülku, la bodega familiar que hizo de la sidra un emblema patagónico

Jueves, 30 de octubre de 2025 a las 12:00
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Desde Villa Regina, la familia Barrera logró transformar la fruta del valle en sidra premium: una historia de resiliencia, innovación y sabor patagónico.

En el corazón del Alto Valle, entre chacras y viejas rutas frutícolas, una familia decidió cambiar el rumbo de su historia y, sin saberlo, también el de la sidra en la Argentina. En 2010, los Barrera vendieron su casa en Bariloche y se instalaron en Villa Regina con un objetivo tan claro como arriesgado: darle valor agregado a la fruta que tanto abunda en la región. Así nació Pülku, una pequeña bodega que con el tiempo se convirtió en sinónimo de innovación, resiliencia y sabor patagónico.

La idea surgió, como muchas grandes ideas, lejos de casa. En Irlanda, una de las hijas del matrimonio probó por primera vez una sidra de pera y encendió la chispa. Los padres recorrieron regiones sidreras de Europa, tomaron notas y regresaron a la Patagonia convencidos de que ese era el camino. Sin embargo, el sueño chocó con la burocracia: la sidra de pera ni siquiera existía en el Código Alimentario Argentino. Tuvieron que insistir, gestionar, y mientras tanto lanzaron sidra de manzana hasta que la normativa se adaptó a su producto.

El desafío no fue menor. Mudarse 500 kilómetros desde Bariloche hasta el Alto Valle implicó un cambio radical de vida. “Río Negro tiene tres mundos distintos: la costa, la cordillera y el valle. Nosotros elegimos este último, el de las chacras y los obreros rurales”, recuerda Mariana Barrera en entrevista con Cadena 3. Y fue en ese universo de sol, viento y riego donde Pülku empezó a florecer.

Pero el camino no fue todo miel, ni sidra. La enfermedad y posterior fallecimiento de su padre dejó a Mariana frente a una empresa en crisis, con deudas y un incendio que había destruido parte de la plantación. “No sabía nada de sidra ni de agricultura. Aprendí golpeando puertas, escuchando a agrónomos, sommeliers y chefs”, confiesa. Y fue ese aprendizaje acelerado el que la llevó a profesionalizar la producción sin perder la esencia familiar.

Pülku, la bodega patagónica que desafió al vino y puso a la sidra en el mapa mundial

Hoy Pülku combina técnicas de vinificación con un espíritu artesanal: fermentaciones con levaduras indígenas, selección manual de frutas y un proceso que respeta los tiempos naturales. La bodega produce sidras que no solo se beben en Navidad, sino también en coctelería y gastronomía durante todo el año. “Queremos que la sidra deje de ser una bebida de brindis y se convierta en parte de la mesa cotidiana”, asegura Barrera, que logró instalar su marca en bares y restaurantes del área metropolitana de Buenos Aires.

Mientras tanto, el entorno económico y social del Alto Valle se transforma al ritmo del crecimiento de Vaca Muerta, con impactos visibles en la producción frutícola. “Se mezclan los pozos petroleros con los perales, y esa imagen dice mucho del presente de la región”, reflexiona Mariana. La competencia por la mano de obra, los alquileres en alza y los cambios en el paisaje rural son parte del nuevo escenario que enfrenta cualquier productor.

Aun así, Barrera no pierde el foco. Tenemos una pera única, la Williams, que puede llevar el sello Patagonia al mundo”, sostiene. Y Pülku es justamente eso: la prueba de que, con trabajo y una buena dosis de coraje, es posible transformar una chacra familiar en un emblema de innovación regional.

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