Todo comenzó cuando dos pescadores deportivos, Guillermo Fraile y Jorge Pérez, capturaron ejemplares extraños cerca de la desembocadura del río. Intrigados por su aspecto y comportamiento, recurrieron a Andrea Tombari, investigadora del Conicet en el Centro de Investigaciones y Transferencia de Río Negro (CIT–UNRN). En el laboratorio, Tombari confirmó lo que nadie quería escuchar: el gobio había llegado al río Negro.
El gobio no es un pez cualquiera. Con apenas 5 a 8 centímetros de largo, presenta bandas oscuras, dientes tricúspides y aletas pélvicas unidas, rasgos que lo convierten en un invasor silencioso. Su expansión global se debe al transporte en agua de lastre de barcos mercantes, el mismo mecanismo que introdujo al cangrejo verde y al alga undaria en distintos puntos del país.
Lo que preocupa a los especialistas es su capacidad de adaptación: tolera bajas salinidades, se alimenta de una dieta variada y puede instalarse en ambientes de agua dulce. De hecho, ya se detectó en canales de riego de las chacras del IDEVI, lo que anticipa un escenario de colonización rápida y difícil de controlar.
“Este registro evidencia un incremento preocupante en la invasión de peces exóticos, con consecuencias potencialmente negativas para la biodiversidad regional”, advirtió Tombari en su informe publicado por Acta Zoológica Lilloana. La aparición del gobio en Viedma no es un hecho aislado. Investigaciones previas ya habían detectado su presencia en Pehuen-co, en la costa atlántica, lo que sugiere que la invasión avanza y podría extenderse a otros ambientes acuáticos de la Patagonia.