En la Patagonia, dos árboles que desde siempre acompañaron a los pobladores de zonas áridas hoy se convierten en protagonistas de una novedad alimentaria: el alpataco y el caldén. De sus vainas nacen harinas únicas, sin gluten, ricas en fibras, proteínas y con un aporte nutricional que compite de igual a igual con las opciones más conocidas del mercado.
El reconocimiento oficial llegó con su incorporación al Código Alimentario Argentino (CAA), un paso clave para que puedan venderse, industrializarse y llegar a las góndolas. Esto significa una oportunidad concreta para productores, cooperativas y pymes agroalimentarias de Río Negro, que ahora podrán sumarlas a su oferta y generar valor agregado en origen.
El camino hasta este logro no fue rápido. Investigadores del Centro de Investigación y Transferencia de Río Negro (CIT Río Negro, CONICET-UNRN) trabajaron durante años junto a productores locales para analizar sus propiedades, validar su inocuidad y demostrar su potencial como alimentos funcionales. Los estudios confirmaron, además, que poseen capacidades antioxidantes y antiinflamatorias, lo que las convierte en aliadas de la salud.
Más allá de la ciencia, estas harinas rescatan saberes ancestrales: durante siglos fueron parte de la dieta en las regiones áridas y semiáridas del país, aunque nunca habían contado con un aval formal. Ahora, con el sello del CAA, se abre un nuevo capítulo para dos especies emblemáticas de la provincia, que podrían pasar de ser un recurso tradicional a convertirse en un producto estrella de la gastronomía patagónica.