Durante años, Angélica Lagunas fue un nombre recurrente en la política sindical y en la izquierda neuquina. Pero no por la construcción de propuestas sólidas ni por la defensa de intereses colectivos desde una mirada amplia, sino por una práctica repetida y cada vez más desgastada: convocar a paros docentes sin motivos de peso, transformando a los alumnos en rehenes de una pulseada política constante. Esa estrategia, que alguna vez le dio visibilidad, hoy parece haber llegado a su límite.
El desgaste de una estrategia
La historia reciente del gremio docente (ATEN) está marcada por los paros reiterados. Para Lagunas, la protesta fue más una herramienta de posicionamiento personal que un mecanismo de defensa de los trabajadores. En este camino, los principales perjudicados siempre fueron los estudiantes y sus familias, que vieron interrumpidas las clases como consecuencia de disputas políticas internas. Lo que alguna vez pudo interpretarse como lucha gremial se fue convirtiendo en un símbolo de desgaste y rechazo social.
No sorprende entonces que en mayo de este año Lagunas haya sufrido un duro golpe político. En las elecciones de ATEN, la lista que encabezaba fue derrotada por la de Fany Mansilla, del TEP, en unos comicios donde el oficialismo de Marcelo Guagliardo se impuso por unos 500 votos en toda la provincia. La Multicolor, espacio que sostenía a Lagunas, apenas pudo retener la seccional Capital y un par de enclaves más. La derrota marcó un quiebre en su liderazgo y evidenció que ya no logra convencer ni siquiera a su propia base sindical.
Un paro sin facultades y el quiebre interno
Lejos de tomar la derrota como un llamado a replantear sus prácticas extorsivas, Lagunas decidió redoblar la apuesta con una medida inédita: convocar un paro sin facultades legales ni estatuto que lo habilite. Fue un hecho inédito en la provincia e incluso en el país, ya que el estatuto de ATEN establece de manera explícita que solo la conducción provincial, con el voto de las 22 seccionales, tiene potestad para declarar medidas de fuerza.
Ese intento no solo fue un error político; fue también una muestra de desesperación. Desde ATEN provincial llovieron críticas contundentes: se acusó a Lagunas de querer romper la organización sindical, una institución con 43 años de historia, reconocida a nivel nacional e internacional por sus luchas y conquistas. Lo que parecía un nuevo “golpe de efecto” se transformó en un búmeran que expuso su debilidad y la dejó más aislada que nunca dentro del gremio.
El paro que pretendía para el jueves último no fue posible. Pero organizó una marcha escasamente concurrida y con la intención de posicionar a los candidatos que el Frente de Izquierda lleva a los comicios de octubre. Disfrazó a esa maniobra de reclamo salarial.
Críticas desde adentro y desde afuera
El accionar de Lagunas no solo generó rechazo en la conducción provincial de ATEN. También hubo cuestionamientos dentro de su propio espacio, donde ya se habla de la necesidad de renovar estrategias y liderazgos.
El final de un ciclo
Angélica Lagunas construyó su figura en base al conflicto, pero el tiempo demostró que el conflicto por el conflicto mismo no genera soluciones, sino desgaste. Su insistencia en usar la educación como campo de batalla política terminó erosionando su legitimidad. Ya no es vista como una dirigente de lucha, sino como una figura que repite recetas viejas y que parece incapaz de adaptarse a un escenario donde la sociedad exige resultados, diálogo y responsabilidad.
Hoy, Lagunas enfrenta un panorama adverso: derrotada en las urnas dentro de su propio gremio, cuestionada por sus pares, criticada por las familias y aislada en lo político.