La Fundación Anyarc, que acompaña a niños y adolescentes con cáncer en Río Negro, cerró una de sus sedes en Viedma tras no poder continuar con el alquiler. Allí las familias recibían alojamiento, desayuno y almuerzo mientras sus hijos eran atendidos en controles oncopediátricos. Además, el lugar era un punto de recepción de donaciones y armado de bolsones de alimentos que luego se entregaban a quienes los necesitaban.
Ante esta situación, la fundación reacomodó sus actividades en un espacio más pequeño, centrado únicamente en la logística de alimentos y en la atención de solicitudes puntuales. Sin embargo, los voluntarios lamentan perder la cercanía con las familias y la contención que antes podían ofrecer cara a cara, que era uno de los valores centrales del trabajo de Anyarc.
La organización depende parcialmente del sistema de estacionamiento medido y pago de la ciudad, que le permite financiar parte de su funcionamiento. Sin embargo, los ingresos son limitados y no alcanzan para mantener una sede completa. Por eso buscan alternativas, como la venta de terrenos, para conseguir un nuevo espacio propio que permita retomar el alojamiento y la asistencia integral a las familias.
Mientras tanto, la fundación continúa acompañando a los pacientes y sus familias desde el impacto del diagnóstico y durante el tratamiento, buscando garantizar apoyo emocional, alimentos y asistencia básica, incluso en medio de estas dificultades financieras. El desafío ahora es mantener la cercanía con quienes más lo necesitan mientras se trabaja por una sede estable y sostenible en el futuro cercano.
Con el cierre, la fundación mantiene la logística de bolsones de alimentos y asistencia, pero deja de ofrecer alojamiento y desayuno a los pacientes y sus familiares.