Le dicen “el pibe del milagro”, y no es para menos. Thiago Chaparro tenía 17 años cuando se cayó de un sexto piso en Bariloche durante su viaje de egresados. No fue un tropezón, fue una caída brutal: fractura de cráneo, mandíbula, rodillas destrozadas, pérdida de dientes, y 96 horas en coma inducido. Pero lo que parecía el final, resultó ser el principio de otra historia.
Un año después, volvió a hacer lo que más le gusta: tocar la batería, cantar y hacer ruido con K.I.A., su banda de siempre. Volvió a ser ese pibe que no se rinde, que se para frente al micrófono con la frente en alto y la sonrisa reconstruida. Porque a Thiago le arreglaron la cara, pero jamás le sacaron el alma.
“Me mejoraron la cara”, bromea él, como si no hubiera pasado nada. Pero la verdad es que pasó de todo: seis cirugías, tres meses en silla de ruedas, una familia al borde, amigos que lo bancaron y una ciudad entera que lo abrazó a la distancia.
En su momento, declaró que no recordaba nada del accidente y que no había consumido ni alcohol ni drogas. Solo un apagón, un salto al vacío y después, el silencio. Hasta que despertó y ahí empezó lo difícil.
Ahora, después de tanto pelearla, Thiago volvió al escenario. El mismo que soñaba mientras estaba postrado. En Rosario lo recibieron con aplausos, y en redes sociales su historia volvió a viralizarse. “Esto recién arranca”, dijo. Y nadie duda de que va a seguir haciendo ruido.