¿Quiere recibir notificaciones de alertas?

Miércoles 06 de Agosto, Neuquén, Argentina
Logo Am2022

El adiós a Lolín Rigoni: pañuelos, guitarras y aplausos para una Madre eterna

Con canciones, flores y un compromiso colectivo de memoria, cientos de personas despidieron a Lolín Rigoni, Madre de Plaza de Mayo de Neuquén y Alto Valle. Su legado de lucha y ternura fue celebrado a cielo abierto, como ella quería: con alegría y amor.

Miércoles, 06 de agosto de 2025 a las 15:46
PUBLICIDAD

El aplauso fue largo, profundo, emocionado. Y a pesar del dolor, lleno de gratitud. Desde distintas ciudades llegaron para despedirla: con pañuelos blancos, carteles, abrazos y canciones. Lolín Rigoni, símbolo de dignidad, resistencia y amor inquebrantable, fue despedida en Neuquén por una multitud que la recordó como ella lo pidió: con alegría.

La imagen de su pañuelo blanco flameando entre los brazos alzados se volvió en una postal en la mañana luminosa de este miércoles. Entre guitarras , palabras profundas y lágrimas compartidas, cientos de personas acompañaron el cortejo fúnebre hacia el cementerio central. Fue una ceremonia colectiva de memoria, identidad y justicia.

“Alma, cuerpo, corazón, historia, a tu pañuelo blanco…”, cantó su nieto Sebastián Rigoni, en una de las escenas más conmovedoras del adiós.

Lolín, que murió el martes a los 100 años, fue una de las fundadoras de la filial Neuquén y Alto Valle de Madres de Plaza de Mayo. En 1977, tras la desaparición de su hijo Roberto, comenzó una marcha que no se detuvo ni con el paso del tiempo ni con el desgaste de su cuerpo. 

La despedida no fue silenciosa. Fue una celebración del amor y la lucha, como la que ella propuso desde siempre. Guitarras, voces, poemas, gritos y aplausos llenaron la calle Córdoba hasta el fondo del camposanto neuquino. La música de Jorgelina Sotelo y Tito Gutiérrez acompañó la marcha final.

“Queremos ser tus brotecitos”, le dijo su nieta Florencia Elissetche, mientras cientos se fundían en abrazos. 

 

Una vida sembrada de memoria

Lolín Rigoni no fue solo una Madre de Plaza de Mayo. Fue una referente en el sur del país, una voz inclaudicable que nunca dejó de decir “Presente” por su hijo y por los 30.000 desaparecidos. Se paró frente a represores, jueces. Se paro siempre frente a las injusticias. Y lo hizo con un solo símbolo en la frente: el pañuelo blanco.

Las Madres, con su andar lento pero firme, transformaron el dolor en semilla, y a la calle en un altar de memoria. Lolín eligió el canto por sobre el silencio, la sonrisa por sobre la resignación. Y así fue también su despedida.

Hoy su cuerpo descansa, pero su nombre queda inscripto en la historia. Porque una Madre de Plaza de Mayo nunca se va: vive en cada lucha, en cada ronda, en cada marcha por justicia

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD