El bolsillo de los patagónicos recibió un respiro en la mesa: el asado con hueso bajó un 34% entre marzo y agosto, gracias a que finalmente se levantó la histórica barrera sanitaria que impedía el ingreso de carne desde el norte. La medida abrió el juego y achicó la diferencia con Buenos Aires, donde hoy la brecha es de apenas el 12%.
Pero no todo es fiesta, mientras el asado se acomoda, otros cortes siguen por las nubes. La bola de lomo aumentó un 16% en la Patagonia en los últimos meses y hoy se paga hasta un 36% más cara que en Buenos Aires. El contraste golpea fuerte en los mostradores, donde los consumidores notan que la rebaja no llegó de manera pareja.
La carne picada común tampoco da respiro. En la región subió un 11% y la diferencia con los precios porteños es aún más brutal: casi un 50% más cara en las góndolas patagónicas. Un verdadero despropósito para un corte que muchos hogares consideran de primera necesidad.
Los registros que realiza de manera periódica la Estación Experimental de Bariloche del INTA muestran la misma tendencia. La expectativa era que la caída del asado arrastrara hacia abajo los precios de otros cortes populares, como la bola de lomo o la carne picada común. Pero esto nunca ocurrió.
Así, la postal actual muestra un panorama mixto: el asado, emblema del consumo argentino, logró equipararse bastante con la Capital, pero la realidad cotidiana en las carnicerías indica que la Patagonia todavía paga un sobreprecio importante en varios cortes populares. La promesa de la carne más barata llegó a medias, y el consumidor lo sabe mejor que nadie.