Cada 7 de diciembre, Neuquén recuerda a Víctor Mayol, el nombre artístico que Javier Fernández Mosquera eligió para recorrer una vida entera sobre y detrás de los escenarios. Fallecido en 2007, su figura continúa siendo un faro para generaciones de actores, directores y docentes de la Patagonia. Su “gira eterna”, como muchos artistas la nombran, dejó una estela que todavía convierte a la región en un territorio fértil para la experimentación y la formación teatral.
Nacido en España y criado entre dos continentes, Mayol regresó a la Argentina en 1954. Tras formarse como perito mercantil y comenzar sus estudios en Ciencias Económicas en la UBA, su verdadero destino lo esperaba en los tablones. En 1966 inició su camino en el teatro independiente: actor, iluminador, asistente de dirección; todas las funciones lo desafiaban y todas las asumió con idéntica entrega.
Su vocación de experimentación lo llevó a fundar el grupo La Llave y a profundizar su formación en la Escuela de Teatro del IFT, donde estudió Dirección Escénica con Oscar Fessler. La década del ’70 lo encontró explorando métodos y pedagogías junto a maestros como Lee Strasberg, Jerzy Grotowski, Roger Planchón y Roy Hart, referentes que marcaron su búsqueda estética. También viajó por España, Francia, Italia y Alemania, asistiendo a festivales internacionales que expandieron su mirada sobre el teatro contemporáneo.
En 1973 regresó al país con una misión clara: investigar, enseñar y crear. Así fundó el Teatro Estudio de Buenos Aires, espacio que lo consolidó como un referente en la formación actoral y en la dirección de obras en Argentina y varios países de Latinoamérica.
El sur como hogar artístico
Su vínculo con Neuquén comenzó en 1984, cuando se radicó para dirigir el Teatro del Bajo y coordinar la Dirección de Extensión de la Universidad Nacional del Comahue. Allí dejó una marca profunda como gestor, formador y creador. Aunque volvió brevemente a Buenos Aires —donde fue docente en la Escuela de Arte Dramático y fundó el Taller del Histrión—, su historia con el sur tenía aún capítulos por escribirse.
En 1990 regresó al Valle para vivir en Fiske Menuco/General Roca y dirigir la Escuela de Teatro del INSA (hoy IUPA). Tres años después, volvió definitivamente a Neuquén, donde fundó el Teatro-Estudio junto a Rosario Oxagaray, un espacio que se volvió fundamental para la formación y producción teatral de la región.
También se desempeñó como docente en la Escuela Superior de Bellas Artes y como director del Centro Provincial de Producción Teatral. Su presencia era constante: aulas, escenarios, ensayos, talleres, montajes, debates. Todo lo que impulsaba tenía la misma marca: rigor, humanidad, búsqueda y libertad creativa.
En el cine, participó en Caleuche – La nave de los locos, de Ricardo Wullicher, filmada en San Martín de los Andes y estrenada en 1995, aportando su sensibilidad actoral a una de las películas más vinculadas al imaginario patagónico.
Ámbito Histrión: su última creación y su herencia viva
En 2007, año de su fallecimiento, Mayol concretó uno de sus sueños más personales: la creación de Ámbito Histrión, sala de teatro independiente que hoy continúa en actividad y que muchos consideran su mayor legado material. Allí, su impronta permanece en la programación, en las estéticas, en la pedagogía y en la comunidad artística que lo recuerda como mentor, colega y guía.
Un legado que no se apaga
Dieciocho años después de su partida, la obra de Víctor Mayol sigue respirando en Neuquén. Sus alumnos —muchos de ellos hoy maestros y directores— transmiten su método; sus salas continúan abiertas; sus ideas siguen siendo semilla para nuevas generaciones. Su nombre, asociado a la pasión por la creación y a la transformación del teatro independiente, es parte indisoluble de la cultura del sur.
En cada ensayo, en cada obra y en cada sala que aún vibra con su energía, Neuquén vuelve a recordarlo: Víctor Mayol no se fue; está en escena, siempre.