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Lunes 17 de Noviembre, Neuquén, Argentina
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El Rial: un espacio de alojo, descanso y encuentro para las familias crianceras

Las familias crianceras que regresan a la cordillera hacen una pausa en un espacio nacido en 2012 para acompañar la trashumancia. El lugar se convirtió en un punto de encuentro cultural, cargado de identidad, historias y tradición.

Lunes, 17 de noviembre de 2025 a las 15:34
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Mientras Chos Malal ya empieza a palpitar una nueva edición de la Fiesta Nacional del Chivito, la Danza y la Canción, el tradicional rial, ese pequeño refugio ubicado entre los dos puentes frente al Torreón, también comienza a transformarse. Noviembre lo encuentra distinto: más vivo, más habitado. Es que, como cada año, se convierte en punto de encuentro y descanso para las familias crianceras que regresan desde la cordillera luego de meses de trashumancia.

El movimiento en la orilla no es casual. Este espacio, que hoy parece inseparable del paisaje y de la identidad local, nació hace poco más de una década. Todo comenzó en 2012, cuando Rosa Graciela Benítez, entonces presidenta de la fiesta nacional, presentó al Ejecutivo municipal una propuesta concreta: crear un área de descanso para los arrieros durante su largo recorrido estacional. La trashumancia, con sus tiempos y su dureza, necesitaba un respiro.

La idea tomó forma de inmediato. Se acondicionó el sector y se construyeron dos espacios de descanso pensados para convivir con el entorno sin intervenir en los brazos del río Curi Leuvú. Aquella gestión se propuso algo más que levantar un resguardo: buscó unir a las familias crianceras con la comunidad, convertir el lugar en un punto de encuentro cultural y, al mismo tiempo, potenciar a Chos Malal como destino turístico y de investigación histórica. Así quedó plasmado en el proyecto “Crianceros del Alto Neuquén – Artes de Espacios Públicos”.

En ese marco se instaló una obra que, con los años, se volvió símbolo: una escultura de madera que representa el cuerpo de una mujer campesina, tallada por el artista Pablo Bagnat. Allí está, firme, mirando al río, como guardiana silenciosa de las historias que pasan y regresan.

Hoy, el rial es mucho más que un área de descanso. Es un territorio lleno de relatos, un sitio donde se cruzan tradiciones, identidades y afectos. Cada noviembre, cuando los crianceros bajan de la cordillera con sus animales, la rutina se repite: los abrazos largamente esperados, las conversaciones que retoman donde quedaron meses atrás, la pausa necesaria antes de seguir camino hacia sus hogares.

En tiempos de fiesta y celebración, este rincón vuelve a recordarle a la ciudad que su historia también se escribe en los trayectos silenciosos de quienes viven y mantienen viva la cultura de la trashumancia.

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