La compañía Sureras, dirigida por la bailarina y docente neuquina Luján González Retamal, se consolida como un espacio de creación artística, contención y resistencia colectiva. Formada por mujeres del Valle, la agrupación combina danza contemporánea y folklore para narrar, desde el cuerpo, la historia, el paisaje y las vivencias del territorio patagónico.
Sureras nació como una apuesta por la danza como forma de expresión y ha reunido a más de 60 bailarinas a lo largo de su recorrido. Tras una pausa en 2024 debido a una experiencia difícil, el grupo resurgió este año con una propuesta renovada, en la que el eje ya no es solo estético o técnico, sino también humano. “Queremos que sea un espacio de acompañamiento, de sanación, donde podamos transmutar nuestras vivencias y sentires. Todas somos trabajadoras, estudiantes, muchas somos mamás. Venimos con mucha carga de la vida. Por eso es necesario que sea un espacio de construcción sin olvidar la subjetividad de cada una”, explicó Retamal en el programa "La noche cae la radio se enciende" que se emite por radio AM550.
El regreso de Sureras encuentra al grupo más cohesionado, con una mirada que prioriza el bienestar emocional, el trabajo colaborativo y la riqueza de los distintos trayectos formativos que cada bailarina aporta. Esta diversidad interna se convierte en motor de una búsqueda artística potente y profunda. La compañía trabaja con regularidad y cercanía, dado que todas sus integrantes viven en el Valle, lo que permite sostener un proceso creativo constante. "En cada ensayo y presentación, buscamos hacer cuerpo los ríos, la barda, el viento, el trabajo, y todo lo que fecunda el sur.", agregó.
Más allá de las coreografías, el propósito es recuperar a través del movimiento la historia de las mujeres sureñas, sus huellas, contradicciones, resistencias y potencias, mixturadas con la fuerza del paisaje patagónico. “La danza es ante todo salud mental, no nos olvidamos del contexto y es clave que todas podamos sentirnos bien en ese espacio, en esa red”, finalizó.
Con Sureras, la danza folklórica se transforma en un acto de resistencia, sanación y afirmación identitaria, donde el arte y el cuerpo son herramientas para narrar las memorias del sur desde una perspectiva profundamente femenina y colectiva.