El interés por la comunicación no verbal se multiplica en ámbitos tan diversos como la política, el marketing o el mundo corporativo. Ya no se trata solo de palabras: los gestos, las posturas y hasta las expresiones faciales dicen tanto –o más– que un discurso elaborado.
El especialista Hugo Lescano, referente internacional en la materia, dialogó con Mejor Informado y aseguró que la disciplina “se consolidó porque un movimiento corporal puede implicar una batería de mensajes emocionales que impactan de inmediato en quien lo observa”.
“En un spot publicitario, donde un segundo vale una fortuna, un gesto puede resumir lo que llevaría varias frases. Señalarse el ojo en señal de cuidado, por ejemplo, es un gesto emblemático que no necesita palabras”, explicó.
Lescano cuenta con experiencia en capacitaciones para compañías multinacionales como McDonald’s, Hilton, Huawei, además de organismos internacionales como la OEA en Washington. Y advierte que en la actualidad “la comunicación no verbal ganó espacio en todas las dimensiones de la vida”.
Diferencias culturales
Uno de los aspectos más interesantes de este campo es la diversidad cultural. “En Oriente los códigos son muy distintos a los de Occidente. En China el luto se viste de blanco, no de negro. Tampoco está bien visto expresar emociones en público”, ejemplificó Lescano.
El contraste es claro: “En un aeropuerto, una familia china recibe a un hijo con una reverencia y una sonrisa sutil. Un argentino, en cambio, lo hace con abrazos y gritos de alegría. Para ellos, ese desborde sería una falta de educación”.
“El rostro humano tiene los mismos códigos en un argentino o en un chino; lo que cambia es la intensidad y la frecuencia con la que se expresan. La disciplina no doma las emociones, pero sí la manera en que se muestran”.
En países como Corea o Japón, agregó, la regla es la contención: “Si van al cine y una película los conmueve, lloran solo con las luces apagadas. Nadie sale desencajado”.
Un lenguaje universal
Más allá de estas diferencias, el experto subrayó que las emociones están siempre presentes: “El rostro humano tiene los mismos códigos en un argentino o en un chino; lo que cambia es la intensidad y la frecuencia con la que se expresan. La disciplina no doma las emociones, pero sí la manera en que se muestran”.
Para Lescano, la clave de este lenguaje silencioso es su poder de síntesis: “Un gesto puede decir más que mil palabras y transmitir con rapidez lo que el discurso tarda en desarrollar”.