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Martes 23 de Diciembre, Neuquén, Argentina
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La historia de Jorge Nahuelpan, el mecánico de la Patagonia que hizo pie en la industria espacial internacional

Esta historia demuestra que la ciencia hecha en Bariloche puede llegar al mundo y más allá. Su trayectoria comienza entre el lago Nahuel Huapi y la curiosidad por entender cómo funcionan las cosas. Así, llegó hasta el espacio.

Martes, 23 de diciembre de 2025 a las 11:33
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Jorge, es un curioso nato. De pequeño desarmaba todo, de grande sueña con el espacio.

En Bariloche, la infancia suele transcurrir entre naturaleza y movimiento, pero en algunos casos también es el terreno donde nacen vocaciones que parecen lejanas. La historia de Jorge Nahuelpan es una de ellas: un técnico formado en la Patagonia que hoy trabaja en proyectos vinculados a la tecnología espacial en Estados Unidos, a pocos pasos del universo que de chico imaginaba.

Hace más de 20 años, Jorge dio sus primeros en INVAP (Fotos: gentileza)

Desde su paso por INVAP, empresa emblema de la ciencia y la tecnología argentina, hasta su actual trabajo en una compañía de telecomunicaciones espaciales en Colorado, su recorrido muestra cómo el conocimiento desarrollado en Bariloche puede proyectarse al mundo… y más allá.

Entre juegos, montaña y vocación técnica

Cuando Jorge aún era un niño y jugaba por las plazas de Bariloche, todavía no soñaba con qué iba a ser de grande, pero sí se pasaba el tiempo desarmando juguetes: “quería ver qué podía hacer con los motores y aprovechar el control remoto para crear algo nuevo. Con el tiempo, esa curiosidad se fue transformando en interés por lo técnico”, dice.

Pero mucho antes de meterse en la construcción de satélites y estar a un paso de la NASA, su vida en la Patagonia transcurría entre el deporte y la montaña: “Empecé corriendo bicicross, después practiqué judo durante varios años y más adelante también empecé a jugar rugby, en el club Pehuenes y, de más grande, en Dina Huapi. El rugby fue clave, no solo por lo deportivo, sino por los valores y el sentido de grupo”, describe.

Desde el principio, Jorge comenzó a desempeñarse en el área satelital

 

Bariloche también te empuja mucho a estar al aire libre. Siempre me gustaron los deportes de montaña y las actividades outdoor: ir al cerro, esquiar o hacer snowboard, salir a hacer trekking, acampar, pescar”.

Ya en la adolescencia, viviendo en Bariloche, INVAP empezó a aparecer como una referencia muy fuerte. Era el lugar donde se hacía y se hace tecnología de punta y donde sentía que podía unir esa curiosidad con un trabajo concreto”, relata y, al mismo tiempo, confiesa que fue ahí donde empezó a soñar con “algo más definido, como quiero ser astronauta”.

Su formación fue principalmente técnica, tanto en la secundaria como en la universidad: “Esas bases me ayudaron a incorporar una forma más analítica de pensar, a estructurar problemas y a tomar decisiones con más criterio, sin ser tan impulsivo. Esa etapa fue importante para construir una manera de razonar que después apliqué en el trabajo”, explica.

Como en la niñez: armando y desarmando "juguetes"

 

En 2007, pocos meses después de terminar la escuela secundaria, Jorge empezó a trabajar en la empresa rionegrina de alta tecnología INVAP, y comenzó a desempeñarse en el área satelital, en la integración mecánica. “Participé en proyectos como SAC-D/Aquarius, ARSAT-1, ARSAT-2, SAOCOM-1A y SAOCOM-1B, además de SABIA-Mar”, cuenta.

Continúa: “En paralelo a los proyectos satelitales, también participé en otros desarrollos, como el SARA (Sistema Aéreo Robótico Argentino) y el RMA (Radar Monopulso Argentino). Esa combinación me permitió trabajar en distintos tipos de sistemas complejos y ampliar mi experiencia técnica más allá del ámbito estrictamente espacial”.

Un pie en el exterior y otro en el espacio

“Después de la pandemia empecé a mirar un poco más qué había afuera”, menciona Jorge sobre cómo surgió la posibilidad de mudarse a Colorado, en Estados Unidos. 

“Sabía que el conocimiento y la experiencia que había adquirido eran valorados a nivel internacional, y empecé a evaluar distintas posibilidades. En ese proceso aparecieron oportunidades y finalmente opté por Estados Unidos”, indica.

"El conocimiento y la experiencia que había adquirido eran valorados a nivel internacional"

 

Allí trabaja en Skyloom, una empresa de telecomunicaciones espaciales basada en láseres para satélites. Según su relato, “el trabajo está enfocado en la integración mecánica y del sistema óptico de las terminales de comunicación láser. Eso implica trabajar sobre procedimientos y normativas muy estrictas, interpretarlas, actualizarlas y, en muchos casos, colaborar en la mejora de la documentación técnica que se utiliza para la integración”.

Y añade: “Gran parte del trabajo consiste en asegurar que cada componente quede correctamente integrado, alineado y documentado. Es un trabajo muy detallista, donde no solo importa lo que se hace, sino cómo se hace y cómo queda registrado, porque esos procedimientos después se replican y se usan como referencia”.

Skyloom, Colorado (EE.UU.)

“En cuanto al día a día laboral, no es tan distinto de lo que hacía en Argentina: trabajo técnico, mucho foco en la integración, en los detalles y en cumplir con estándares muy exigentes. Cambia la dinámica, quizás es más ágil, pero la esencia del trabajo es la misma”, dice.

“Fuera del trabajo, mi rutina también tiene muchas similitudes con la que tenía en Argentina. Entreno, voy al gimnasio, juego al rugby y me junto con amigos. Y los fines de semana, el contacto con la naturaleza sigue siendo fundamental: en invierno ir al cerro, y en verano salir a acampar o a pescar. En ese sentido, Colorado tiene algo que me recuerda mucho a Bariloche, y eso hizo que la adaptación fuera más sencilla”, destaca.

 

El camino que empezó en Bariloche y un mensaje

Por estos días, Jorge volvió a su suelo natal, donde de pequeño desarmaba juguetes, y donde también se formó como técnico y dio los primeros pasos para participar en proyectos que hoy viajan al espacio.

Un consejo: "Trabajar con seriedad, aprender de los errores y entender que cada experiencia, incluso las difíciles, suma"

Y todo empezó entre el lago Nahuel Huapi y la montaña, donde está la escuela a la que fue y desde donde hoy podría decirle a los estudiantes que allí concurren que “el camino no es lineal ni perfecto. No existe una carrera sin errores, sin trabas, sin momentos de duda o de caída. A veces uno avanza, a veces parece que se retrocede, y muchas veces hay que volver a intentar. Eso es parte del proceso. Lo importante es no perder la convicción ni el objetivo. Trabajar con seriedad, aprender de los errores y entender que cada experiencia, incluso las difíciles, suma. La constancia y el compromiso pesan mucho más que el talento solo".

"Si uno se mantiene enfocado, da lo mejor en cada etapa y no baja los brazos ante los obstáculos, el reconocimiento llega. No siempre rápido ni de la forma que uno imagina, pero llega. Y ese camino, con todo lo que tiene, termina valiendo la pena”, concluye.

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