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Jueves 18 de Diciembre, Neuquén, Argentina
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Un país, una pelota y un sueño cumplido que desató la mayor fiesta del fútbol argentino

A tres años de Qatar 2022, el recuerdo de una Selección campeona del mundo que unió al país en una celebración desbordada, de calles colmadas y pasión sin límites.

Jueves, 18 de diciembre de 2025 a las 11:42
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Las calles del país se llenaron de camisetas, banderas y abrazos tras la consagración en Qatar 2022.

Un día como hoy, hace tres años, la Argentina se detuvo. De norte a sur, de este a oeste, el país entero se abrazó detrás de una misma emoción: la Selección había vuelto a ser campeona del mundo. El 18 de diciembre de 2022 quedó grabado para siempre en la memoria colectiva como el día en que la tercera estrella se hizo realidad en Qatar, después de 36 años de espera, desilusiones y promesas inconclusas.

No fue un camino recto ni sencillo. Fue, como toda gran historia, una travesía llena de golpes, dudas y resurrecciones. El debut ante Arabia Saudita sacudió los cimientos de un equipo que llegaba invicto hacía 36 partidos. Derrota inesperada, finales del invicto y un silencio incómodo que recorrió al país. Pero de ese golpe nació una frase que marcó el rumbo: “Que la gente confíe”, dijo Lionel Messi. Y la gente confió.

La reacción llegó en el momento justo. México apareció como un examen decisivo y Messi tomó la posta con un zurdazo que destrabó el partido y devolvió la calma. El golazo de Enzo Fernández selló el triunfo y encendió la ilusión.

Polonia, en la última fecha del grupo, confirmó la levantada: victoria 2-0, clasificación como puntero y la sensación de que el equipo había encontrado su identidad.

En octavos, Australia obligó a sufrir más de la cuenta, pero la Selección avanzó.

En cuartos llegó la batalla de Lusail ante Países Bajos, uno de los partidos más tensos y memorables del Mundial. Ventaja, empate agónico, discusiones, penales y carácter. Allí apareció Emiliano Martínez para sostener al equipo y empezar a construir su lugar eterno en la historia.

Las semifinales ante Croacia fueron una muestra de autoridad. Messi en modo líder total, Julián Álvarez intratable y un 3-0 que dejó a la Argentina otra vez en una final del mundo. La última barrera era Francia, el campeón vigente.

La final fue una montaña rusa emocional imposible de repetir. Argentina jugó un primer tiempo perfecto y se fue 2-0 arriba con goles de Messi y Ángel Di María.

Durante 75 minutos, el sueño parecía al alcance de la mano. Pero el fútbol, caprichoso como siempre, volvió a poner todo en duda. Kylian Mbappé empató en un abrir y cerrar de ojos y llevó la definición al alargue.

Messi volvió a adelantar a la Albiceleste. Mbappé volvió a empatar. Y cuando el golpe parecía definitivo, apareció la imagen que define una era: a los 123 minutos, Emiliano Martínez estiró el pie izquierdo y le negó el gol a Kolo Muani. Fue una atajada que valió una Copa del Mundo.

Los penales terminaron de escribir la leyenda. El Dibu volvió a agigantarse, Gonzalo Montiel tomó la pelota y convirtió el último disparo. La Argentina era campeona del mundo otra vez.

Las calles se llenaron de gente, de lágrimas, de abrazos entre desconocidos. Un país entero celebró como solo sabe hacerlo cuando el fútbol deja de ser un juego y se transforma en identidad. Messi levantó la Copa, Scaloni confirmó que el liderazgo también se construye desde la humildad y un grupo de jugadores se metió para siempre en la historia grande.

A tres años de Qatar, la tercera estrella sigue brillando. Porque no fue solo un título. Fue una revancha colectiva, una historia de fe y resiliencia, y la certeza de que aquel 18 de diciembre la Argentina volvió a tocar el cielo.

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