Durante cinco años, una situación inquietante creció en silencio alrededor de la figura de Cris Morena. La reconocida creadora televisiva decidió llevar el caso a la Justicia después de comprobar que el hostigamiento no se había detenido, pese a medidas previas dictadas contra el sospechoso. La denuncia recayó sobre un hombre de 51 años acusado de merodear, vigilar y perseguirla con insistencia.
El individuo denunciado fue identificado como Leandro Lo Giudice. Según trascendió, ya había tenido una probation en 2021 por acoso y hostigamiento. Esta vez, su presencia reiterada cerca de Cris Morena en la zona norte del conurbano reactivó el alerta judicial. Eso derivó en nuevas restricciones que contemplan una distancia obligatoria de mil metros y el uso de una tobillera electrónica para monitorear sus movimientos.
Tras establecer estas medidas, la Justicia ordenó un allanamiento en la vivienda del acusado. En ese procedimiento, efectivos policiales encontraron elementos sumamente perturbadores: recortes con los ojos de la productora, fotografías, mapas con marcaciones de sus recorridos habituales y notas donde describía acciones potenciales vinculadas a ella. El hallazgo reforzó la necesidad de incrementar la protección.
La información del allanamiento se difundió públicamente en televisión, donde se detalló que el material recolectado reflejaba una obsesión sostenida, metódica y organizada. No se trataba de meras apariciones, sino de un seguimiento sistemático que, al conocerlo en detalle, tomó dimensiones mucho más alarmantes para investigadores y periodistas.
Según se reveló, Cris Morena había advertido la persistencia del acoso desde julio. Cada mes, el agresor intensificó su conducta. Se acercó al lugar donde trabaja, la vigiló en la calle, permaneció durante horas frente a su domicilio y llegó a seguir su auto en movimiento. Cada episodio sumó tensión, hasta acumular pruebas suficientes para una nueva denuncia.
Especialistas en seguridad y abogados consultados en distintos programas televisivos coincidieron en que el comportamiento del acusado representaba un escenario de alto riesgo. En especial, porque ya contaba con antecedentes y había sido advertido legalmente en el pasado.
De allí que las apariciones repetidas, sumadas al material recolectado en su casa, resultaran claves para que la Justicia reforzara la vigilancia sobre su persona. Las medidas buscan evitar que el hostigamiento escale hacia un daño mayor y permitir que, después de años de angustia, la creadora trabaje con mayor tranquilidad. En este contexto, su caso reabre la discusión sobre la protección de víctimas de acoso sostenido en el país, un problema tan silencioso como peligroso.