La última aparición pública de Cris Morena dejó al descubierto un costado pocas veces expuesto por la productora: el de una madre y abuela atravesada por un dolor que sigue buscando acomodo. Invitada a Sería Increíble, el ciclo que conduce Nati Jota en Olga, la creadora de Chiquititas eligió hablar por primera vez del impacto que provocó en su familia la pérdida de su nieta Mila, un golpe que llegó en pleno agosto y que aún late con intensidad en cada uno de sus seres queridos.
Desde el comienzo, Cris Morena dejó claro que su principal preocupación es su hijo Tomás, su nuera Sofía y su nieto Inti, quienes viven en Miami y transitan el duelo lejos de su entorno cotidiano. Explicó que su mirada está puesta en que el núcleo familiar permanezca unido, contenido y sostenido en una etapa donde, según sus palabras, hay días luminosos y otros absolutamente devastadores. Allí introdujo una confesión personal que sorprendió: “Tuve una experiencia muy similar, no igual, pero muy similar a la de mi hijo. Además, fue el mismo día: no el mismo mes, pero sí el mismo número. El ocho me persigue: el infinito son dos ochos, dos infinitos”.
Con una calma que parecía sostenerse a fuerza de memoria y espiritualidad, la productora habló de cómo convive con la ausencia. “Mila está en nuestra vida. Hablo de la presencia y la ausencia: está presente permanentemente con nosotros. A veces es doloroso, a veces es una sonrisa... Me pasa como con Romina: se me aparecía de una manera extraña y sentía que eso que aparecía era ella. Lo mismo les pasa a Tomás, a Sofi y a Inti: los tres con Mila. Y están muy juntos. A mí me importa muchísimo el dolor de ellos”, expresó.
En un tramo especialmente profundo, Cris Morena reveló que la tragedia la encontró en un momento de enorme plenitud creativa y personal. Una coincidencia dolorosa que la obligó a sostener dos emociones opuestas al mismo tiempo. “Estábamos en un momento plenísimo. Eso ayudó un montón. Es una mezcla tremenda de dolor e inmensa felicidad”, reflexionó, marcando un contraste que todavía le cuesta procesar.
La charla derivó entonces hacia su relación con la espiritualidad, terreno que transita desde antes de la muerte de Romina y que hoy cobra un nuevo sentido. “Pienso que el alma no muere, que ella ya está en otros planos”, sostuvo, remarcando que siempre creyó en la existencia de otros niveles de conciencia. Allí llegó una de sus frases más potentes: “El drama del ser humano es querer entender todo: el por qué y el para qué… Fue un segundo. No fue una enfermedad que pudiésemos manejar. Es tremendo”.
El momento más crudo llegó cuando intentó explicar el caos que genera una pérdida repentina. “El no entender es lo que más te vuelve loco. Querés entender de qué va la vida, de qué va la muerte”, dijo, abriendo una reflexión sobre la fragilidad de las certezas y el desconcierto que deja lo irreversible.
Aun así, hay algo que la sostiene: su oficio y la conexión con su propia obra. “Mi trabajo me salva porque lo amo… Y Margarita también me salva. Es un legado, no un negocio”, aseguró, destacando que el vínculo con nuevos artistas, historias y proyectos sigue siendo una forma de mantenerse en pie mientras la vida se recompone, de a poco, en otro plano.