La presencia de Irán en América Latina tiene una historia prolongada y estratégica. Desde hace décadas, el régimen iraní fortaleció sus lazos con Cuba, Nicaragua y Venezuela, ampliando su influencia política y militar en la región. En el caso venezolano, este vínculo se consolidó con la fabricación de drones, marcando un nuevo nivel de cooperación tecnológica y militar.
Durante los años de Mahmoud Ahmadinejad (2005-2013), Irán expandió su diplomacia hacia América Latina, estableciendo lazos con casi toda la región. La cercanía ideológica y el discurso antiestadounidense facilitaron la alianza con el entonces presidente Hugo Chávez, que vio en Irán un aliado frente al aislamiento internacional. Este vínculo se tradujo en acuerdos económicos, energéticos y de defensa que se mantienen hasta hoy.
Con Nicolás Maduro al frente, la relación bilateral continuó bajo la bandera del “socialismo del siglo XXI”. Irán se convirtió en una fuente de recursos para una Venezuela bloqueada por Occidente, mientras que Caracas ofreció a Teherán un punto de apoyo en el continente. Este intercambio incluyó cooperación militar, visible durante el desfile del Día de la Independencia de 2022, donde se presentaron los drones Mohajer-2, rebautizados como Antonio José de Sucre-100(ANSU-100), y el ANSU-200, ambos fabricados con supervisión iraní.
El aislamiento internacional de ambos regímenes ha fortalecido esta asociación. La cooperación trasciende lo comercial e incluye acuerdos militares y vuelos regulares entre Caracas y Teherán, además de la presencia de empresas iraníes en sectores estratégicos. Informes de inteligencia alertan sobre la infiltración de agentes vinculados a Irán, Hamás y Hezbolá en América Latina, algunos de ellos con pasaportes venezolanos falsificados, lo que plantea riesgos de desestabilización regional.
En los últimos años, Venezuela ha pasado de carecer de industria bélica a fabricar drones militares con tecnología iraní. Entre los modelos desarrollados o ensamblados se destacan el Arpía 1, basado en el Mohajer-2; el ANSU-100, de combate ligero; el ANSU-200, de diseño venezolano; y el Mohajer-6, una plataforma iraní para vigilancia y ataque. También se suman el Orlan-10 ruso, el Gavilán venezolano y el Zamora V-1, un dron kamikaze inspirado en el Shahed-136 iraní.
La creciente capacidad militar de Venezuela, apoyada por Irán y Rusia, transforma el equilibrio estratégico en la región. Esta cooperación tecnológica, bajo un marco autoritario y antioccidental, plantea interrogantes sobre la seguridad hemisférica y el futuro de las instituciones democráticas en América Latina, especialmente ante la expansión de alianzas que desafían el orden internacional tradicional.