El próximo 7 de septiembre, Buenos Aires vivirá una elección que va más allá de un simple proceso democrático: será un reflejo del cansancio acumulado en la sociedad. Gustavo, encargado de un estacionamiento en Castelar, resume esta sensación con una frase contundente: “No creo en nadie, pero tampoco quiero que mis hijos se vayan del país.” Este sentimiento de desconfianza y desgaste social atraviesa a muchos ciudadanos.
Las encuestas muestran un escenario extremadamente parejo, reflejo de una competencia electoral que se libra sin tregua. Según Aresco, al 27 de agosto, Fuerza Patria lidera con un 41,7% frente a LLA-PRO con 39,5%, una diferencia que está dentro del margen de error de ±2%. Proyección Consultores, en un relevamiento entre el 24 de julio y el 5 de agosto, presenta una leve inversión en las cifras, con Fuerza Patria en 38,1% y LLA-PRO en 37,3%.
Por zonas, la Tercera Sección muestra datos dispares: Pulso Research otorga una ventaja al Partido Justicialista con 34,6% frente al 23,5% de LLA, mientras que IsasiBurdman indica un liderazgo de LLA con 35% contra 31% del peronismo. En la Quinta Sección, El Cronista destaca a LLA con 38,9% frente al 32,6% del PJ.
Los indecisos, que oscilan entre el 8,5% y el 16%, podrían ser determinantes para el resultado final, especialmente en un contexto donde el impacto económico pesa cada vez más en la decisión de los votantes. En este sentido, la frase “Si gana la apatía, gana el statu quo” resume la tensión que atraviesa esta elección.
El contexto social y económico es clave para entender el panorama electoral. En mayo, la participación electoral en un barrio porteño fue del 37,5%, muy por debajo de la media nacional del 53,3%. Para el 7 de septiembre se proyecta un ausentismo del 40%, un golpe a la política y a la representación democrática.
La inflación, los salarios y el dólar parte de la decisión
La inflación, aunque bajó a 1,5% en mayo según el INDEC, acumula un 43,5% en los últimos 12 meses, con un núcleo inflacionario del 46,9% en abril. El dólar experimentó un aumento del 2,6% el 25 de agosto y se estima que para fin de 2025 alcance los 1.300 pesos por unidad. En paralelo, los salarios han caído un 5,5% desde 2023, según datos de UMET.
La pobreza afecta a casi la mitad de la población, rozando el 50%, mientras el consumo apenas muestra una tímida recuperación del 3,4% (PxQ). En este escenario, los 95 intendentes peronistas de los 135 municipios bonaerenses intentan movilizar al electorado, aunque muchos como Gustavo perciben las promesas como “espejitos rotos”.
El impacto político de los escándalos también se siente en las urnas. Los audios de Diego Spagnuolo han generado un fuerte rechazo: el 94,5% de los encuestados lo conoce, el 56,1% perdió confianza y el 73% considera la situación como “grave” (Management & Fit, 25-26 de agosto). Además, la imagen del Gobierno cayó 8 puntos según La Sastrería / Trespuntozero.
Los supuestos sobornos millonarios en la ANDIS, que involucran a Karina Milei y a los Menem, junto a la crisis económica, podrían restar entre 2 y 5 puntos a LLA-PRO, especialmente desmovilizando votantes en la Quinta Sección.
Axel Kicillof mantiene cierto sostén político gracias a la bronca social y el apoyo de los intendentes peronistas, aunque su imagen es negativa para el 51% de la población y positiva para el 43,8% (según Proyección). El 47% de los encuestados pide la intervención de Gendarmería y el 63% desaprueba el desdoblamiento electoral.
En la Tercera Sección, la maquinaria política peronista capitaliza el malestar económico, pero su gestión se ve debilitada por la falta de mejoras concretas para la población.
Fuera de la grieta tradicional, los espacios políticos Somos Buenos Aires y Potencia se destacan. Con propuestas enfocadas en la transparencia, logran captar el interés de quienes rechazan la paridad económica y política vigente, ofreciendo una alternativa en medio de la crisis. Según cifras provinciales, Somos Buenos Aires alcanza un 6,1% y Potencia un 1,9%, con mejores resultados en la Séptima Sección.
El domingo 7 de septiembre se presentan dos caminos posibles: la batalla desde la convicción o la victoria del abandono. “Si el 7S se gana con abstención, gana la casta. Si gana con convicción, prende una chispa”, advierten analistas políticos. Votar sin convicción es sencillo, pero hacerlo con una indignación lúcida puede marcar la diferencia y abrir un camino de reparación.
En un contexto donde la economía castiga y los escándalos golpean la confianza, el voto se convierte en un acto de memoria, cordura y futuro. El grito en la urna podría cambiarlo todo, aunque si Buenos Aires permanece en silencio, estará firmando su propia sentencia.