La celda 26 del Establecimiento de Ejecución Penal I de Viedma no fue escenario de una simple discusión entre reclusos. Fue el epicentro de una disputa narco que terminó con un interno hospitalizado, dos reducidos a la fuerza y un gran cantdad de bagullos de droga incautados. Cocaína, marihuana, pastillas y celulares escondidos en almohadones, bancos y colchones. Todo dentro de una cárcel.
El conflicto estalló a las 8 de la mañana del miércoles. Desde la celaduría, los agentes escucharon gritos y golpes. Al llegar al sector de las celdas 25, 26 y 27, encontraron a un interno tirado en el piso, con otro encima dándole piñas. No era una pelea cualquiera. Era una disputa por territorio, por control, por droga. Luego se sabría que en esa celda había más cocaína que en algunos kioscos de barrio.
La violencia escaló rápido. El agresor se resistió al ingreso del personal, se abalanzó contra ellos y tuvo que ser reducido con escudo anti-tumulto. Pero no estaba solo. Otro interno se sumó a la agresión y también fue neutralizado. Mientras tanto, el herido seguía en el suelo, con el rostro ensangrentado y sin poder moverse. Fue trasladado al hospital. Los agresores, a celdas de preingreso. Y la celda 26 quedó bajo lupa.
Lo que vino después fue aún más turbio. La requisa reveló lo que muchos sospechaban: la celda funcionaba como punto de venta de drogas. Se encontraron 41 envoltorios con cocaína, 2 con marihuana, 14 pastillas que podrían ser ansiolíticos, y 5 celulares. Todo escondido con precisión quirúrgica: dentro de un almohadón cosido, en el doble fondo de un recipiente de helado, entre los pliegues de un colchón. No era consumo personal. Era stock.
La fiscalía federal fue notificada. Las sustancias serán analizadas, los dispositivos quedaron bajo resguardo. Al mismo tiempo se abrió una investigación interna que permita descubrir de qué manera ingresó la dorga a la cárcel.