En el mundo del hampa, hay códigos. En el del Servicio Penitenciario, también. Pero cuando se mezclan, el resultado es explosivo. Y eso fue exactamente lo que pasó con Alejandra Vilque, la penitenciaria roquense que pasó de custodiar rejas a coquetear con el delito. Después de dos años, quedó fuera de la fuerza provincial.
La historia parece sacada de una novela policial barata, pero ocurrió en el corazón del Alto Valle. Vilque, de 39 años, estaba con licencia psiquiátrica desde hacía meses, pero eso no le impidió convertirse -según la Justicia- en la pareja y cómplice del líder de una banda de entraderas que sembró el terror entre empresarios de Villa Regina.
¿El Romeo en cuestión? Facundo Guillermo Agüero, un viejo conocido del sistema penal, hijastro del célebre Guillermo González Pino, un delincuente de la vieja escuela (relacionado al primer Triple Crimen de Cipolletti) que supo que para sobrevivir en el hampa hay que tener buena prensa y mejor relación con la Policía en los años 90s.
Agüero, reincidente, estaba con prisión domiciliaria, pero se cortó la tobillera como quien se saca un reloj incómodo y se fugó. ¿Dónde cayó? En la casa de su enamorada penitenciaria, en el barrio House Vial de Roca. Allí lo atraparon en julio de 2023. Pero la historia no terminó ahí.
Un mes después, la Policía volvió al mismo domicilio. Esta vez, la que salió esposada fue Vilque, acusada de ser el cerebro logístico de la banda. Según la fiscalía, desde su casa se digitaban los movimientos de los delincuentes que, con precisión quirúrgica, abordaban a empresarios cuando llegaban a sus casas, los golpeaban, los ataban y se llevaban todo lo que brillaba. Hasta las camionetas.
La banda tenía nombres de fantasía dignos de una serie de Netflix: “El Manco” Poblete, “Maluma” González y Eloy Villagra, hijo del “Perca”, un narco de peso en Regina. Todos bajo el mando de Agüero, con Vilque como operadora en la sombra.
La ex penitenciaria fue detenida, pero al no tener antecedentes, recuperó la libertad. Eso sí, después de dos años, el legajo avanzó y la institución no se lo perdonó: el Decreto 922 la exoneró por “faltas disciplinarias gravísimas”, por “inconducta notoria” y por “afectar gravemente el prestigio del cargo”. Traducido: la echaron por cruzar la línea que separa al guardia del preso y enamorarse del otro lado.