La madrugada del 10 de febrero, el silencio del barrio Don Bosco III, en Neuquén capital, se rompió con el sonido seco de un disparo. Eran cerca de las cuatro de la mañana cuando un grupo de adolescentes —tres varones y una chica— charlaba en la vereda de una vivienda. La calma duró poco.
Por la calle Antú Ruca, en contramano, apareció un Renault Sandero rojo. Al volante iba Fabián Edgardo Sandoval, acompañado por otras personas cuya identidad aún no fue determinada. Sin mediar palabra, el hombre frenó frente a la casa, descendió y encaró directamente al grupo. Los chicos intentaron refugiarse dentro del garaje, pero uno de ellos, de 16 años, quedó en medio del intento por cerrar el portón.
Sandoval lo interceptó y disparó. La bala impactó en la pierna izquierda del adolescente, provocándole una lesión grave. Después, el agresor volvió al vehículo y se alejó rápidamente, mientras los amigos del joven pedían ayuda desesperados.
El adolescente fue asistido por el SIEN y trasladado de urgencia al Hospital Castro Rendón, donde fue atendido por la herida de arma de fuego.
Durante la investigación, a cargo del Ministerio Público Fiscal, la asistente letrada Carolina Gutiérrez formalizó la acusación contra Sandoval por el delito de lesiones graves agravadas por el uso de arma de fuego, en carácter de autor.
En la audiencia de juicio, el acusado reconoció su responsabilidad. Ese reconocimiento permitió arribar a un acuerdo pleno con la fiscalía y la defensa. El juez Raúl Aufranc resolvió condenarlo a tres años de prisión de ejecución condicional, al considerar la gravedad del ataque, el uso de un arma de calibre letal y la edad de las víctimas, pero también el hecho de que el imputado no tenía antecedentes condenatorios.
La sentencia no solo fija la pena, sino también estrictas reglas de conducta. Sandoval deberá mantener su domicilio actualizado, someterse a controles judiciales cada cuatro meses, abstenerse del consumo de alcohol y drogas y no tener contacto con la víctima ni con los demás jóvenes presentes aquella madrugada, por ninguna vía.
Además, se estableció una reparación económica simbólica, cuyo pago quedará pendiente de la confirmación de la cuenta bancaria correspondiente.
El caso cerró judicialmente, pero en el barrio Don Bosco todavía se recuerda aquella noche en la que un gesto violento dejó una marca profunda en un grupo de adolescentes.