La resolución que flexibilizó la histórica barrera sanitaria en la Patagonia ya muestra sus efectos colaterales. Chile, principal comprador de carne y reproductores bovinos del sur argentino, decidió suspender temporalmente las importaciones desde la región tras el cambio impulsado por el Senasa. La medida, que permite el ingreso de productos desde zonas con vacunación contra fiebre aftosa, encendió las alarmas del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) chileno.
El trasfondo del conflicto es técnico pero tiene fuerte impacto económico. Hasta ahora, la Patagonia ostentaba ser la única zona de Argentina con el estatus de libre de aftosa sin vacunación, lo que habilitaba una relación comercial sanitaria diferencial con el vecino país. La flexibilización, a través de la Resolución 460, modificó ese equilibrio, y Chile reaccionó rápido: cerró la puerta, al menos por ahora.
En concreto, quedaron frenadas las ventas de carne bovina con hueso y de animales reproductores. Sólo cinco toros que ya estaban en cuarentena podrán cruzar la cordillera. En 2024, la Argentina le exportó a Chile casi 24 mil toneladas de carne por 165 millones de dólares. Todo ese mercado quedó en stand-by.
Mientras tanto, desde el Senasa aseguran que el tránsito de animales en pie desde Tierra del Fuego hacia Santa Cruz sigue habilitado bajo condiciones controladas. También insisten en que Chile ya está trabajando para realizar una auditoría sanitaria y permitir una reapertura rápida del comercio.
La respuesta chilena sorprendió, sobre todo porque la Unión Europea -que también fue informada de la flexibilización- no puso trabas inmediatas. Eso sí, avisó que podría realizar su propia auditoría para chequear si Argentina mantiene las garantías sanitarias prometidas.
En la Patagonia, el malestar entre los productores no se disimula. Para muchos, la decisión del gobierno nacional de abrir la barrera no fue una solución, sino el comienzo de un problema más grande.