Cuatro trabajadores municipales de Bariloche se animaron a contar lo que vivían todos los días en la Delegación El Cóndor: gritos, amenazas, sanciones inventadas y hasta prohibiciones absurdas como no poder entrar a la oficina o tomar un descanso. Después de escuchar sus historias, la Justicia les dio la razón y responsabilizó a la Municipalidad por no haber hecho nada a tiempo.
El conflicto empezó cuando asumió un nuevo delegado. Desde entonces, el clima de trabajo se volvió insoportable. Una de las empleadas, contratada, recibió la advertencia directa: si seguía hablando con ciertos compañeros, no le iban a renovar el contrato. Así fue. La dejaron afuera mientras atravesaba un cuadro de estrés causado justamente por ese ambiente de hostigamiento.
Otro caso que golpeó fuerte fue el de un trabajador con más de 30 años de servicio. Lo sacaron de su puesto sin motivo, lo absolvieron en un sumario, pero nunca lo restituyeron. Pasaba sus días afuera del edificio, sin acceso a un baño ni a un lugar para resguardarse, incluso en pleno invierno. Sus compañeros confirmaron que todo funcionaba con la misma lógica: exclusiones, represalias y un silencio forzado para el que se atreviera a reclamar.
El fallo ordena que el delegado pida disculpas por escrito a los empleados, reciba capacitación en violencia laboral y que las futuras órdenes pasen por canales jerárquicos. También obliga a la Municipalidad a capacitar a todo el personal y a crear reglas claras para licencias y horas extras. Todavía puede ser apelado, pero en Bariloche ya marcó un antes y un después: el maltrato en el trabajo no se puede tapar ni dejar pasar.