Jorge Onofri llegó al aniversario número 15 de La Caja Mágica con la misma pasión que lo impulsó en 2007, cuando decidió alquilar un pequeño departamento en la calle Roca de Cipolletti para convertirlo en un teatro. “Era un lugar inexplicable, un departamento hecho sala, pero quedó precioso. Ahí estuvimos tres años, mientras construíamos la casa propia en Mariano Moreno 354. Si en ese momento hubiera pensado en la inversión en dinero y tiempo, jamás lo habría hecho. Pero yo no hago negocios, yo hago teatro”, explicó en una entrevista en el programa Entretiempo por AM550.
Hoy, el edificio de La Caja Mágica no solo alberga funciones teatrales, sino también dos elencos estables, 19 talleres artísticos, una escuela de títeres y una trama cultural que sostiene un público cada vez más fiel. “En 15 años pasan muchas cosas: crecieron los proyectos, creció el público, creció el equipo de trabajo. La Caja es hoy un lugar de creación colectiva, y eso es lo más valioso”, destacó.
Para Onofri, mantener viva una sala independiente en la Argentina actual es un acto de resistencia: “Celebrar 15 años fue un momento bisagra. Para un teatro independiente, en este contexto argentino delirante, adquiere dimensiones bíblicas. Es un esfuerzo enorme, pero también una muestra de que cuando hay objetivos claros y pasión, se puede sostener”, sostuvo.
El director reconoce que la realidad golpea fuerte, pero insiste en la importancia de adaptarse: “El teatro independiente es inviable desde la lógica económica. Cualquier economista diría que es absurdo. Pero no se trata de hacer negocios, sino de crear, investigar y producir. Eso es lo que nos mueve”.
La clave, asegura, está en la constancia. “Hace cuatro años logré que un grupo de 11 personas —que hoy son 13— se sumara a un elenco estable. Y todos los sábados, de 10 a 13, entrenamos caiga quien caiga. Después vienen horas de ensayo para montar obras. Esa disciplina es lo que mantiene vivo al teatro”, contó con orgullo.
“Celebrar 15 años fue un momento bisagra. Para un teatro independiente, en este contexto argentino delirante, adquiere dimensiones bíblicas. Es un esfuerzo enorme, pero también una muestra de que cuando hay objetivos claros y pasión, se puede sostener”
Entre los trabajos más recientes se destaca la comedia Bon Yur Tailandia, que tuvo su función número 15 el mismo día del aniversario de la sala. “Lamenté no haber jugado a la lotería, pero la señal estaba ahí. Fue un espectáculo que disfrutamos muchísimo y que mostró todo el potencial del grupo”.
Uno de los proyectos más emocionantes del último tiempo fue la creación de Petite École de Marionnettes, la primera escuela de títeres en la región. “El arte de los títeres me dio todo en mi carrera. Sentía que debía devolver algo. En nuestra región está poco desarrollado, y por eso decidí apostar. Lo inauguramos con Inés Pacik, una artista croata radicada en Perú que es reconocida mundialmente. Ella fue la madrina del proyecto. Fue un inicio soñado”.
Una pausa para pensar el futuro
Tras un 2024 muy intenso, con tres estrenos y un elenco trabajando sin descanso, Onofri decidió frenar la vorágine de producción. “El teatro que se hace por hacer es una desgracia. Si una obra no está conectada con lo contemporáneo, si no refleja lo que pasa en la sociedad, es teatro sin cerebro. Y ya tenemos demasiados gobernantes sin cerebro como para que los artistas hagamos lo mismo”, lanzó con ironía.
El 2025 será, entonces, un año de estudio, entrenamiento y planificación. “Es momento de leer, de mirar, de estudiar, de pensar hacia dónde vamos. El próximo paso tiene que tener sentido”.
El arte como trinchera
Para Onofri, el teatro no es solo entretenimiento: es una forma de resistencia cultural y social. “El arte es lo que enfrenta a la ignorancia y la negación. Es lo que permite reflexionar sobre lo que somos y lo que podemos ser. Ese es el compromiso de La Caja Mágica: seguir creando, investigando y generando en otros esa chispa que mantiene vivo al teatro”.
Con 15 años cumplidos, La Caja Mágica no se detiene. Nuevos proyectos, nuevas generaciones y nuevas ideas asoman en el horizonte. Y al frente, Onofri sigue convencido de que el teatro independiente, por más imposible que parezca, es un camino que vale la pena recorrer.