Donald Trump se caracteriza por abrir varios frentes simultáneos, tanto a nivel doméstico como en la agenda internacional. Está encima de todo. En algunos casos pone el cuerpo, como en estos últimos diez días, cuando se reunió con Putin, Zelenski y los principales líderes europeos para intentar frenar el conflicto entre Ucrania y Rusia. Se trata de un asunto que lo obsesiona. También sigue de cerca lo que pasa en la Franja de Gaza, donde por ahora continúa dejando que Netanyahu marque la agenda.
¿Se acabó la paciencia con Maduro?
En medio de todo este panorama, Trump se acordó de Maduro y relanzó una fuerte política de presión contra el régimen venezolano, al que parecía haberse acercado cuando acordó, a principios de julio, un intercambio de prisioneros. En ese momento, el líder venezolano se comprometió a liberar unos 80 presos políticos y 11 ciudadanos estadounidenses encarcelados en Venezuela, a cambio de que Estados Unidos liberara a los venezolanos que había expulsado a El Salvador, quienes estaban en una mega cárcel de máxima seguridad de Nayib Bukele, su presidente.
Sin embargo, en estos últimos quince días, la tensión entre Estados Unidos y Venezuela escaló vertiginosamente. A pesar de que durante su primer mandato Trump ejerció una fuerte presión sobre Maduro e incluso evaluó la intervención militar, que fue descartada en reiteradas ocasiones por sus asesores, quienes la consideraban una acción condenada, en el mejor de los casos, al fracaso, ahora le agregó un componente militar que tiene pocos precedentes en la relación bilateral entre estos países.
La escalada comenzó a principios de agosto, cuando Washington subió a 50 millones de dólares la recompensa por información que pueda ayudar a la captura de Maduro, a quien considera líder del Cartel de los Soles, organización vinculada al narcotráfico a la que el Departamento del Tesoro de Estados Unidos designó como grupo terrorista internacional. Esta semana, la administración Trump ordenó movilizar hacia los límites marítimos de Venezuela tres destructores, 4.000 marines, aviones y un submarino para combatir el narcotráfico.
La Casa Blanca ya justificó eventuales acciones contra Maduro
Es importante recordar que Estados Unidos tiene luz verde para que sus fuerzas armadas lleven a cabo acciones directas contra miembros de cárteles de narcotraficantes extranjeros designados como grupos criminales terroristas, como el Cartel de los Soles. La venezolana Tren de Aragua y los cárteles mexicanos de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación también están en esa lista. Es decir, Estados Unidos pueden realizar operaciones militares directas en territorio extranjero y en aguas territoriales.
Desde que volvió al poder, Trump está obsesionado con frenar el tráfico de drogas. Si bien esto ya se evidenció en las negociaciones arancelarias con México y Canadá para que custodien sus fronteras e impidan el flujo de fentanilo, ahora quedó claro que está dispuesto a involucrar al ejército en tareas que antes eran realizadas por las fuerzas policiales.
"El régimen de Nicolás Maduro no es el gobierno legítimo de Venezuela. Para esta administración, Maduro es un narcotraficante, un líder fugitivo de este cártel", declaró la portavoz de Trump Karoline Leavitt. Nicolás Maduro es hoy un objetivo legítimo para Estados Unidos.
Maduro, preocupado
Estos movimientos de Trump preocupan a Maduro, quien no se quedó solo en sus habituales bravuconadas porque creen que esta vez Trump puede ir por más. Además, sabe que algunos de sus aliados principales no están en un buen momento para apoyarlo: Rusia, ocupado con la guerra en Ucrania, e Irán reacomodándose luego de la fugaz pero costosa “Guerra de los 12 días” con Israel. El líder venezolano anunció la movilización en todo el país de cuatro millones de efectivos de la milicia nacional. Se trata de una rama del sector militar de carácter mixto, conformada por reservistas, militares, paramilitares y civiles, creada por Hugo Chávez y la revolución bolivariana, y preparada para afrontar guerras asimétricas. Maduro también profundizó la presión y las persecuciones dentro de sus propias estructuras sobre quienes se atrevan a esbozar alguna crítica al régimen.
Escepticismo y esperanza
Dentro de Venezuela, solo la oposición política perseguida y reprimida tiene la esperanza de que esta vez la posibilidad de cambio de régimen pueda venir por la presión y la acción de Estados Unidos. Su principal líder, María Corina Machado, le agradeció a Trump y considera que es el momento de mayor debilidad del régimen.
Sin embargo, en el resto de la oposición y en la gran mayoría de los ciudadanos reina el escepticismo, y se entiende: fueron muchas las veces que Estados Unidos y la comunidad internacional parecían decididos a cambiar el régimen, desde amenazas de intervención impracticables sobre el terreno hasta extravagantes estrategias diplomáticas que el régimen de Maduro logró eludir exitosamente.