HISTORIAS COTIDIANAS

La odisea de un vegetariano en un restaurante neuquino

Algo que te pasa a vos y a mí. Realidades que vivimos en Neuquén.
viernes, 22 de enero de 2016 · 06:44

La vida de un vegetariano no es fácil en Neuquén. Resulta ser algo curioso porque la realidad es que, a medida que pasa el tiempo, cada vez se agranda más el grupo de personas que decide dejar de comer carne. Sin embargo, varias situaciones son generadoras de fuertes dolores de cabeza, incluso para mí. No fue fácil acostumbrarme al nuevo estilo de vida de mis amigas, ya que implicaba dejar de tener los típicos asados. De todas formas, nada que nos hiciera dejar de lado los buenos encuentros.

Dos situaciones. Viernes alrededor de las 12 del mediodía en un reconocido local de sánguches en calle Roca, de nuestra ciudad. Una señora de alrededor de 40 años, un tanto malhumorada. 

- Nene, yo te pedí un sánguche vegetariano y le estás poniendo jamón. 

Pidió disculpas, sacó el jamón, siguió con el preparado. 

- No, no, no. El jamón ya tocó el pan. Tenés que cambiarlo. No lo como ni loca. 

El joven simplemente la miró sorprendido por el tono que ella había utilizado, frente a quienes estábamos en la fila aguardando nuestro turno. Él no respondió nada pero ella continuó… 

- Realmente no puedo creer como algo tan sencillo sea tan difícil de entender. El jamón también es carne… Así estamos hoy en día ¡Dios mío!

La forma en la que le hablaba hizo que todos estemos en una situación muy incómoda. Era suficiente por ese mediodía, el haber sentido la vergüenza ajena de un simple trabajador que tuvo un momento de confusión. 

Un día después. Sábado por la noche en un restaurante de calle Elordi. Danila, Micaela y yo. Se acerca el mozo. 

- Vamos a pedir las papas que tienen salsa con cebollita de verdeo pero sin jamón. ¿Puede ser? – preguntó Danila, quien es vegetariana, a lo que el mozo respondió que sí. 

Veinte minutos después llega el plato tan esperado. Tenía jamón. 

- Disculpame… habíamos pedido las papas sin jamón pero no a vos, al otro chico – aclaró Danila con un tono muy amable. 

- ¿Estás segura? No lo creo – respondió. 

Llamó a sus dos compañeros. 

- ¿Alguno de ustedes tomó este pedido? ¿Ella les pidió sin jamón? 

Ambos respondieron que no. 

- Sí, sí, te pedí a vos las papas sin jamón y de hecho te consulté si era posible – le dijo mi amiga mirándolo fijo a los ojos a medida que se le borraba la sonrisa de la cara. La amabilidad seguía intacta. 

- Mirá… no lo recuerdo ¿Estás segura? 

Micaela, Danila y yo, respondimos que así había sido la situación. Finalmente, uno de ellos nos dijo con la sonrisa más falsa que vi: 

- Bueno… Voy a traerles las papas como las pidieron pero avísenme sobre algún detalle más. ¿La salsa la dejamos? ¿La cebollita de verdeo también? ¿Están seguras que quieren que las papas estén fritas? 

Simplemente lo miramos y, por supuesto, Danila no pudo con su genio y fue aún más sarcástica y simpática: "Si, gracias, gracias. Solo sin jamón”. 

Diez minutos después, volvió y nos explicó que finalmente no podían realizarse cambios en el plato porque la salsa ya estaba preparada. Nos resultó curioso ya que, en ese lugar, hay un menú especial para veganos. Indignada, Danila nos dijo a Micaela y a mí que hiciéramos el pedido de todas formas mientras ella pensaba qué comer. Eso hicimos. 

Sorprendentemente, cinco minutos más tarde, se acercaron dos mozos. De repente, en nuestra mesa habían dos platos: papas con jamón y papas sin jamón. No sabemos aún cuál fue la confusión entre ellos, pero si tuviera que seguir contando la historia y todo lo que sucedió de allí en adelante, los pondría a ustedes de mal humor, al igual que lo hace Danila cada momento de su vida en el que escucha cosas como… 

- "No comes carne pero pollo y jamón sí ¿No?”

- "¿Y entonces qué vas a comer? ¿Solo plantas?”

- "En realidad estás haciendo dieta ¿No?”

- "Las plantas también tienen sentimientos”

- "Te preocupás por los animales pero robás su comida”

- "¿Cómo hacés para no tentarte y comerte un asado?”  

La realidad es que no sé con qué fin algunos eligen ser o no vegetarianos, pero al final de todo, no me importa si tienen razón o no. No importa si lo hacen con un buen fin o no. No importa si aportan o no al cuidado de la naturaleza. De hecho, ya no sabemos lo que importa o no en una sociedad que no se encuentra preparada para algo tan simple como eso: vegetarianos. Y eso, más que importar, preocupa. 

 

Algo que te pasa a vos y a mí. Realidades que vivimos en Neuquén City.

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