HISTORIAS COTIDIANAS

El karma viene de la mano de tus vecinos

Algo que te pasa a vos y a mí. Realidades que vivimos en Neuquén City.
lunes, 14 de marzo de 2016 · 06:29

Después de una larga jornada laboral, de esas en las cuales los pensamientos llegan a una sola conclusión: llegar, comer y dormir la siesta. Al fin había llegado ese momento... Pero dicen que la felicidad no existe y que en realidad son lapsos de tiempo. Mis lapsos, ese día, duraban segundos. Ahí estaba el auto del vecinito de en frente estacionado bajo mi árbol, otra vez. Y ahí estaba también el auto del otro vecinito, impidiendo que pueda entrar el mío al garaje.

- Respirá, respirá… No es el fin del mundo. Lo dejás un poco más adelante – me dije.

Increíblemente no había lugar disponible en toda la cuadra. Mucho menos un árbol, claro. Así que seguí respirando y lo dejé una cuadra más abajo, de cara al sol de las tres de la tarde.

- Hola… No escuché el auto ¿Dónde lo dejaste?

- A una cuadra

- ¿Por qué? ¡Pero nena, le da todo el sol de frente! Viste, vos no cuidás el auto eh, y uno preocupándose…

Así empezaba el discurso de Claudio, una vez más.

- Pero, ¿vos no te diste cuenta que los vecinos ocuparon el lugar?

La semana pasada le había dejado un cartel a uno de ellos, en uno de sus parabrisas: "Hola, vecino. Quería pedirte que uses tu garaje de vez en cuando. Va con toda la buena onda. Gracias”. Además, le dibujé una carita felíz para que no se ofendiera cuando, en realidad, quien estaba en falta era él.

- ¡Uffff! Como estás hoy eh… - agregó Claudio.

Evidentemente yo estaba un tanto nerviosa pero me pregunto por qué cada vez que uno necesita un poco de paz, los demás no pueden entenderlo y simplemente dejarte ser.

Almorcé y me preparé para la tan esperada siesta. Ahora sí, un poco de calma para tan agitado día. Cierro mis ojos y… "¡Guau, guau, guau!”. La vecina de atrás dejó a su labrador afuera, de nuevo. Ya sabía lo que me esperaba… Casi tres horas de ladridos y puro llanto canino que, por una parte te entristece pero por la otra, te enfurece y te resulta insoportable. Entonces… no hubo siesta. Limpié mi casa, se me rompieron dos platos, y ya era hora de volver a trabajar. Con la mejor cara que me salía en ese momento esperé hasta las diez de la noche. Fin de la jornada laboral.

- Finalmente voy a poder descansar como tanto esperé. No pienso cocinar. Llego y me duermo – Pensaba mientras iba manejando a casa otra vez.

Bajé del auto y lo primero que recibí fue un pelotazo en la puerta del lado del acompañante. Que alguien me explique qué hacen dos nenes de menos de 10 años jugando en la calle a esa hora de la noche. Y que alguien me explique también, cómo es que una madre reacciona ante una situación así de esta manera: "Ay, qué terribles mis hijos. Buenas noches vecina… Viste lo que son. No se quedan quietos”.

- Ya lo noté… YA NOTÉ QUE NO SE QUEDAN QUIETOS PERO INTENTÁ CONTROLARLOS PORQUE SALE CARO ARREGLAR EL AUTO – Era lo que pensaba mientras la miraba con una sonrisa muy tranquila.

Ya no daba más. De verdad necesitaba dormir y olvidarme de todo, teniendo en cuenta que a las cinco de la mañana tenía que levantarme de nuevo. Me acosté.

- "Y el tiempooooo no paaaaaaaara, oh, oh, oh”

Muy buen tema de Bersuit Vergarabat pero no cuando son las 23:30 y son tus vecinos, para nada afinados, cantando desaforadamente con guitarra incluida. Mi paciencia ya se había agotado. Abrí la ventana, saqué mi cabeza y mientras la treintañera divorciada seguía la letra, me miraba fijo. Evidentemente me está tomando el pelo, pensé. Así que ya no encontré equilibrio alguno.

- "Peeeeeeeero cállate, no te das cuenta la hora qué es, ¿no? ¿Cuándo te levantás? ¿Hacés algo de tu vida? – Le grité con algunos insultos de por medio y lo que recibí a cambio fue, por supuesto, otra lista de insultos que ahora pueden darme risa. Sin embargo, funcionó y se callaron.

Ya con mis ojos cerrados podía sentir ese momento en el cual sabés que te estás quedando dormido. Cuando poco a poco vas metiéndote en el sueño. Y ahí estaba yo… Bajando de un avión en el aeropuerto Charles de Gaulle de París, pero un fuerte ruido volvió a interrumpir mi paz. Me levanté, miré por la ventana. Otro de mis vecinos con una pala haciendo un pozo en su jardín. En principio, me enfurecí y pensé en volver a salir por la ventana para ya obtener el título de "La Loca del Barrio”. Después empecé a preocuparme porque no creí normal que una persona estuviera haciendo una actividad así alrededor de la una de la madrugada.

Por lo que recuerdo pude dormir alrededor de las tres, aunque eso ya no importaba. Solo quería saber a quién había asesinado mi vecino y qué había hecho yo para merecer todo eso. Ahora, pregunto: El problema… ¿La desubicación de la gente o mi histeria?

Mientras tanto, querido amigo, portate bien porque el karma viene de la mano de tus vecinos. 

 

Algo que te pasa a vos y a mí. Realidades que vivimos en Neuquén City.

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