La biodanza continúa expandiéndose como una práctica que promueve la integración afectiva, la renovación orgánica y el reaprendizaje de funciones vitales a través del movimiento, la música y el encuentro grupal. Este sistema, creado para estimular vivencias que conectan a las personas consigo mismas y con su entorno, se afianza como una propuesta que atrae a quienes buscan bienestar físico y emocional en un contexto social cada vez más demandante.
“En un entorno positivo y cuidado, el cuerpo expresa todos los gestos humanos cotidianos”, explica el profesor de biodanza David Riveros Nieto, quien compartió su visión sobre la disciplina en el programa emitido por Versus Stream. Riveros Nieto detalló que, en cada clase, “las personas pueden reencontrarse con sensaciones profundas de plenitud o descubrir nuevas formas de percibirse y vincularse”, y remarcó que la práctica “no es un ejercicio mecánico, sino un movimiento lleno de sentido que transforma a nivel orgánico, afectivo y existencial”.
Durante las sesiones, los participantes activan a través de la danza y la comunicación afectiva, potenciales que fortalecen el vínculo con los demás, la naturaleza y la propia identidad. El enfoque de Biodanza propone trasladar esas experiencias a la vida cotidiana, más allá de las exigencias laborales y económicas, generando un impacto positivo en la autoestima, el coraje personal y la forma de relacionarse con el mundo.
La biodanza se presenta así como una vía de desarrollo personal que mediante dinámicas grupales y vivencias significativas, favorece cambios duraderos en la calidad de vida. Su creciente presencia en la región refleja un interés cada vez mayor por propuestas que integren bienestar, expresión corporal y relaciones humanas más saludables.