Cada vez son más los visitantes que eligen disfrutar de la naturaleza junto a sus mascotas. Sin embargo, especialistas y autoridades ambientales advierten que los perros y gatos domésticos generan impactos negativos en los ambientes naturales, incluso cuando se encuentran vacunados y bajo el cuidado de sus dueños.
Uno de los principales problemas es la transmisión de enfermedades. Las heces de animales domésticos pueden portar patógenos que afectan a la fauna autóctona. Aun cuando sean retiradas, los olores que dejan las mascotas. al tratarse de animales territoriales, pueden provocar el abandono de nidos, guaridas y crías, afectando la seguridad y el éxito reproductivo de numerosas especies.
Además, perros y gatos tienden naturalmente a perseguir, atacar o ahuyentar a la fauna silvestre, que ya convive con depredadores propios del ecosistema. Incluso un simple ladrido o la presencia de su olor puede generar estrés, miedo y alteraciones en el comportamiento de los animales. En distintos Parques Nacionales se han registrado ataques de perros a especies protegidas como el huillín, el pudú y el huemul, todas de alto valor para la conservación.
El impacto no solo afecta a la fauna nativa. Llevar mascotas a estos entornos también las expone a riesgos, como accidentes de tránsito en rutas y caminos internos, extravíos o situaciones de agresión hacia otras personas y animales. Por estos motivos, existe una reglamentación que prohíbe el ingreso de mascotas a los Parques Nacionales, con el objetivo de preservar los ecosistemas y garantizar una convivencia segura y responsable. Desde las autoridades recomiendan disfrutar de las visitas a la naturaleza de manera consciente: los paseos son para las personas, las mascotas se quedan en casa.
Excepciones y casos especiales
En situaciones puntuales, como el ingreso de perros guía certificados o mascotas de apoyo o apego debidamente registradas, se debe iniciar el trámite correspondiente con suficiente antelación ante la administración del Parque Nacional que se planea visitar, ya que cada área protegida cuenta con normativas específicas.
Cuidar la naturaleza es una responsabilidad compartida. Respetar estas normas es clave para proteger la biodiversidad y asegurar que las futuras generaciones puedan seguir disfrutando de nuestros ambientes naturales.